Las personas que sufren, piensan, sueñan, es decir, casi todas, dejan una enseñanza continua en sus escalofríos.
Luis Cernuda se fue a Méjico huyendo de muchas tempestades: su sabiduría poética encalló en el olvido ante la burla de los ignorantes, ayudada por su carácter de limón sevillano: «Soy un buen español sin ganas».
En la habitación de su casa mejicana que le brindó Concha Méndez, sobre su mesa de escritorio, un marco vacío:
-En él pondré la foto del amor cuando llegue.
Y se murió entristecido, con el amor ausente.