Soñé con una conjura minera

26 de junio de 2023
8 minutos de lectura
Publio Ricardo Cortés
Publio Ricardo Cortés

Publio Ricardo Cortés C.

En los últimos meses empecé a incluir entre mis lecturas de ficción algo de misterio y novela negra. No lo acostumbraba. Empecé releyendo «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde», de Stevenson. Ahora sí la entendí. Era una deuda con mi conciencia porque la primera vez que la leí había sido un total fracaso. Fue a los 15 años cuando todavía vivía en mi pueblo y no me había mudado a la única ciudad que existe en Panamá. Ahora me parecen obvios los motivos por los que no la entendí en esa época.

Ocurre que, en Chitré, que así se llama mi pueblo, era difícil concentrarse a los 15 años. Solamente salías a la calle o mirabas por la ventana y el espectáculo era perturbador: decenas de chiquillas adolescentes en pantalones muy cortos, paseándose por el pueblo en bicicleta, exhibiendo eso que Cabrera Infante ha llamado «cuerpos divinos». Así no se podía.  

El otro tema era el clima. En ese entonces yo no había conocido el frío. En mi pueblo costero, tropical, con mucha humedad y con 365 días al año de sol al estilo de Granada o del sur de Texas, en agosto, era bastante complicado imaginar el nivel de oscuridad y frío de la Edimburgo de Stevenson o del Londres del siglo XIX de la novela.

Después de Stevenson, pasé a dos tramas policíacas excelentes, mucho más recientes: «Hay que matar a Lewis Winter» de Malcolm Mackay, ambientada en los bajos fondos de Glasgow. Y luego: «La verdad sobre el caso Harry Quebert» de Joël Dicker, historia intrincada de la muerte de una femme fatale, de 15 años, en un pueblo de New Hampshire, con una miríada de sospechosos. Tengo pendiente: «La secta de los ángeles» para viajar con Andrea Camilleri a la Sicilia de 1901.

Por culpa de ellos anda mi mente en modo investigador, dudando de todo, buscando al asesino y la «verdadera» explicación de las cosas.  Me sorprendo mirando todo, inconscientemente, con ese «modo conjura».  Si la dependiente del supermercado me dice que no venden la marca de lentejas que pido, la busco de todos modos… y la encuentro. Si Xi Jinping se ofrece como mediador en la guerra de Ucrania, no le creo un carajo. Si el carpintero se retrasa 15 días para repararme un mueble, excusándose por temas de salud, de inmediato se me ocurre que consiguió un mejor contrato y me dejó para después.  

Igual me pasa con las noticias de Panamá. Ya sean las encuestas electorales, el problema de la inmigración ilegal que pasa por aquí rumbo a Estados Unidos o el desastre del manejo de desechos en la Ciudad de Panamá. Nunca me creo la «explicación oficial». Las novelas negras y de misterio son las responsables. Están alterando mi vida. 

El tema se me presenta cuando estoy en los momentos más conscientes del día. Pero recientemente he caído en cuenta que, confirmando lo dicho por el Dr. de Viena, también se manifiesta en mi subconsciente. Lo he notado en uno que otro sueño, como el que les cuento a continuación:

Estaba profundamente dormido y resulta que viajé a mis tiempos de estudiante en la Facultad de Derecho. Supuestamente estábamos en una de las clases de Derecho Penal, parte general, media hora antes de la hora de almorzar. El profesor era el Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia. Luego de contarnos la anécdota de cuándo llegó el primer radio a su pueblo, Penonomé, el Profesor volvió al tema de la clase de Teoría del Delito y se ocupó de la diferencia entre «concurso ideal o formal» y «concurso real o material».

Concurso de delitos en Panamá

Después de que el connotado catedrático nos explicase que «hay concurso real o material cuando el agente, mediante varias acciones independientes, infringe varias disposiciones de la Ley Penal», se dio cuenta que los estudiantes empezábamos a dormitar. Para activar el ambiente preguntó si alguien podía dar un ejemplo de «concurso real o material».

Desde la última fila, en la parte más alta del salón organizado como anfiteatro, una compañera levantó la mano para proponer un ejemplo.  Le dieron la palabra. Cuando se levantó la miré y resultó ser una elegante dama, vestida con estilo de abogada, cuyo rostro era el de una de las bellezas que se paseaban por mi pueblo en bicicleta. De inmediato dijo:

«Gracias Profesor. Yo me voy a referir al gran atraco al país que una empresa extranjera está haciendo con el contrato minero; ayudada por panameños vende patrias, y para quiénes el dinero por corrupción les resulta más importante que los intereses del país y su desarrollo a largo plazo…».  

En ese punto el Profesor la interrumpió y le dijo que, por favor, se limitara a su ejemplo, que no se trataba de hacer largos discursos. La estudiante continuó:

«Sí Profesor. Lo que pasa es que esto es muy parecido a lo que se narra en la novela The Pelican Brief de John Grisham. Me imagino que todos vieron la película con Julia Roberts, que hace el papel de la estudiante de Derecho de Tulane Univesity. Esa historia se trata de una gran mafia de gente poderosa que compra a todo el mundo: políticos, grandes despachos de abogados, donantes de campañas, periodistas, y está dispuesta a matar para lograr realizar una explotación petrolera que destruye una única y muy extensa reserva natural en Luisiana…».

Volvió en ese momento el profesor a interrumpirla. Le dijo que le daría una última oportunidad para ofrecer su ejemplo. Que concretara al tema de la clase. La estudiante continuó:

«Gracias Profesor. Yo creo que la minera ha incurrido en un concurso real de delito y le voy a detallar por qué. La meta final de esta gente poderosa era conseguir la autorización para explotar una mina que provoca un daño irreversible en el medio ambiente y amputa un modelo de desarrollo más productivo y sostenible.  

Además, querían que la explotación del yacimiento se lo dieran a ellos de forma directa, sin licitación, pagando lo mínimo posible al Estado en impuestos y regalías. ¿Qué hicieron?

Lo primero fue que pidieron asesoría en esas firmas de abogados que ya tienen larga historia traicionando los intereses nacionales mediante contratos-ley. Ya tienen un método comprobado de ejercer las influencias. Los contrataron y consiguieron un texto de contrato-ley hecho a la medida.  Para aprobarlo tuvieron que sobornar a los funcionarios administrativos que respaldaron el contrato y conseguir los votos suficientes de los funcionarios electos que lo convirtieron en ley. Allí están los primeros delitos: tráfico de influencias, sobornos, corrupción de funcionarios públicos, asociación ilícita y otros. 

Unos años después pasó algo raro. Algo que se fue de las manos de la firma de abogados que vende tráfico de influencias judicial: el máximo tribunal declaró inconstitucional el contrato-ley de la minera y dijo que era obligatorio que se hiciera una licitación, que no podían hacer un contrato directo.

Si no hubiera una mafia detrás de esto, hasta allí hubiera quedado la historia: se hubiera publicado la sentencia en la Gaceta Oficial y se acabó. Pero no, la mafia de estos delincuentes de cuello blanco no podía quedarse con eso. La firma de abogados quería demostrar, una vez más, que es la dueña del país y que aquí todo el mundo tiene un precio. Entonces planearon nuevos delitos.

Maleantes y cuentistas

Pensaron que lo primero era ganar tiempo y entonces procedieron a presentar ante el máximo tribunal unas peticiones para que les aclararan ciertas cosas que supuestamente no entendían. Nadie se cree ese cuento de que no entendían. Sabemos que son maleantes, pero brutos no son. Tanto poder tiene esta mafia que hasta algún representante del Estado también presentó alguna cosa para demorar.  

Todo lo que pedían eran burdamente tonterías para ganar tiempo. Nuevamente cometieron delitos y se encargaron de que los jueces demoraran varios años en decidir eso. Tal demora anormal no creo que haya sido gratis. Y parece que el costo tenía una compensación importante, porque en esos años la explotación minera empezó y se fueron llevando los recursos minerales del Estado. 

Para entender esto, es mejor mirarlo como si fuéramos la mafia de cuello blanco, observando y mandando todo desde una torre de control ubicada en la firma de abogados poderosa que compra a todo Panamá. Ellos están profundamente organizados ejecutando un gran plan, sobornando a quiénes tengan que sobornar y amenazando a quiénes tengan que amenazar.  Mientras que el resto de la sociedad, salvo algunas excepciones, no entiende nada, está disgregada, se vende, les tiene miedo y al final se deja.

Los años de tiempo extra conseguidos también sirvieron para armar un plan macabro para preparar el terreno para renovar el contrato, una vez saliera la sentencia publicada que anulaba el contrato anterior. Sabían que no podían dejar eternamente la sentencia sin publicar.  

Antes de que se publicara la sentencia, empezaron a armar la tesis de que la regla que los obliga a hacer licitación no estaba vigente. Que ya estaba derogada. Hasta consiguieron un dictamen oficial, no vinculante, que lo decía. Hicieron la consulta porque saben perfectamente que ese es su punto más flojo. Claro: la meta era hacer otro contrato DIRECTO con la misma compañía. La realidad es que esa opinión no vinculante no se sostiene jurídicamente.  Ellos saben que no se justifica, ellos saben que no es verdad. Pero esto no es Derecho, profesor, es corrupción, así que no les importa.

Ellos también saben que la palabra final la tiene el máximo tribunal. El mismo tribunal que colaboró con la mafia minera, demorando la publicación de la sentencia anterior. Así que apuestan a que, llegado el momento, comprarán los votos necesarios para que digan que un segundo contrato sí se podía otorgar de forma directa. Eso lo verán en su momento.

¿Y mientras tanto qué hicieron? Ya hace varios años están sin contrato, pero la minera sigue operando, destruyendo el ambiente y llevándose los minerales. Aquí hay otro delito: peculado. Siguiendo las instrucciones desde la torre de control, las autoridades han negociado un nuevo contrato DIRECTO con la misma compañía.  

Tanto Estado como la compañía han saturado de propaganda a la opinión pública, asunto que ha beneficiado a los medios de comunicación, lo cual busca acallarlos. Todo lo tienen calculado. Pero muchos ciudadanos y periodistas han tenido la valentía de enfrentar a esta mafia antinacional”. 

¿No cree Ud. Profesor que aquí hay claramente un «concurso real o material»? ¿Ud. qué piensa?».

En ese momento sonó la alarma de mi iPhone.  Me desperté.  Me vestí y salí de casa, como siempre, sin demora.  Cuando iba en el auto rumbo a la oficina, tomando café en el termo, pensé que qué bueno que todo había sido un sueño.  También me quedé tratando de recordar la cara de la compañera.  Mientras que en el sueño me parecía claramente que tenía el rostro de una de las bellezas de mi pueblo.  Ahora que estaba despierto, me la imaginaba con la cara de Julia Roberts.  Así pasa.  Así es el subconsciente, mezcla de ficción con realidad█

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El autor es Abogado Independiente en Panamá. Fue Viceministro de Finanzas y Jefe de la Administración Tributaria de su país.

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