Es un pilar fundamental en la salud el ejercicio físico, ya que mejora la capacidad cardiorrespiratoria, optimiza el metabolismo y reduce el riesgo de enfermedades crónicas. Una parte importante de estos beneficios proviene de los cambios que se producen en el metabolismo de los lípidos, es decir, de las grasas.
Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones se ha centrado en marcadores tradicionales, como el colesterol total o los triglicéridos, sin profundizar en cómo el ejercicio modula subtipos específicos de estas moléculas.
Ahora, un estudio de la Universidad de Granada aporta nueva luz sobre este aspecto. Los investigadores han observado que el entrenamiento de intensidad moderada incrementa de forma significativa los niveles plasmáticos de múltiples especies lipídicas, especialmente glicerofosfolípidos y triglicéridos.

Este aumento se asocia con mejoras en la capacidad cardiorrespiratoria o consumo máximo de oxígeno, un indicador clave del estado general de salud. “Curiosamente, esta respuesta no aparece con el entrenamiento de intensidad vigorosa o superior”, señala Lucas Jurado Fasoli, autor principal del estudio publicado en eBioMedicine.
Asimismo, el trabajo está firmado por investigadores del Instituto Mixto Universitario Deporte y Salud (iMUDS) de la UGR, pertenecientes a los departamentos de Fisiología y de Educación Física y Deportiva, así como por miembros del CIBEROBN del Instituto de Salud Carlos III y del Ibs.Granada.
El estudio se llevó a cabo mediante un ensayo controlado aleatorizado en adultos jóvenes sedentarios. Incluyó un programa de entrenamiento concurrente supervisado, entre ejercicio aeróbico y fuerza, realizado a intensidades moderada y vigorosa durante 24 semanas. Aunque la principal innovación del proyecto reside en el uso de técnicas avanzadas de espectrometría de masas que permitieron analizar cerca de 800 especies lipídicas plasmáticas, proporcionando una visión mucho más profunda que los análisis habituales.
También revelan diferencias según el sexo. Los hombres muestran incrementos más marcados en glicerofosfolípidos y lisofosfolípidos, mientras que las mujeres presentan aumentos principalmente en triglicéridos.
A diferencia de los marcadores lipídicos clásicos, que apenas cambian tras la intervención; estos hallazgos indican que parte de los efectos positivos del ejercicio derivan de la modulación selectiva de subtipos lipídicos. Esta regulación podría explicar mejoras cardiometabólicas que no quedan reflejadas en las medidas convencionales de colesterol o triglicéridos. Por ello afirma Lucas Jurado:
«Nuestro trabajo abre nuevas posibilidades para diseñar intervenciones de actividad física personalizadas, considerando la respuesta lipidómica individual y la identificación de nuevos biomarcadores asociados a una mejor salud cardiometabólica»
Por su parte, el catedrático Jonatan Ruiz, coordinador del proyecto y director del iMUDS, subraya que:
«Esta investigación demuestra que un programa de ejercicio bien estructurado puede influir en la salud a un nivel molecular mucho más profundo de lo que se pensaba, más allá de los marcadores tradicionales»