Gracias por todos sus comentarios a mis letras. Gracias, de corazón, palabra y pensamiento, por leerme y hacer suyo este café cada jueves en esta tertulia de años. Usted y yo tenemos muchas ollas en la lumbre. Hartas ollas. Unas a fuego lento, otras ya recocidas, otras apenas van a hervir. Temas, todos, los cuales necesitan de su atención y la mía. Y claro, usted es quien nutre mis letras con sus comentarios, apostillas, datos y sugerencias de temáticas y métricas a discutir y discurrir.
Y justo es la contribución de Michel de Montaigne al mundo literario y al lenguaje universal, la creación de eso llamado “ensayo”, “ensayos”: enrollar y desenrollar estas letras. Ensayar. Alargar, recortar, filetear. Macerar estas ideas. Cocer las ideas. Añadir, pegar. Convocar mitos y fantasmas. Confrontarlos con la realidad.
La realidad confrontarla con la ficción. ¿El resultado? La vida misma. Esto, y no otra cosa, es el ensayo como nos lo enseñó su creador, el hombre de la montaña, Michel de Montaigne. Y al aplicar lo esbozado por él, al aplicarlo en un mito como lo fue, por ejemplo y al azar, William Shakespeare, el resultado, la resultante es una exploración la cual nos da para largo rato. Pero igual usted puede abonar ideas, conocimiento, letras, verbo y tertulia en cualquier parcela del ser humano.
¿Temas? Temas nos han sobrado en esta tirada de naipes cada jueves. Y usted lo sabe, tengo y mantengo tertulias con varios humanos, los cuales y todos son mejores a su servidor. Usted ya ha hecho suya la frase del hombre el cual más sabe sobre Derecho Electoral en el norte de México, don Gerardo Blanco Guerra. Su frase y muletilla ya es célebre: hay que irnos de la vida con las maletas limpias, las cuentas del banco vacías y con la vida muy raspada. Sin duda.
Pero usted y yo, en últimas fechas, nos hemos metido en el pantano del amor. También en el repaso de las drogas, las cuales te hacen ver a Dios o Satanás. O a los dos en el mismo boleto. Hemos hablado en esta tertulia de cada jueves sobre la crueldad de los mexicanos y la sangre que fluye interminable. Aquí hemos hablado de buen cine, buenos escritores, buena comida, buena bebida… es decir –insisto– de la vida misma y toda.
Y de lo anterior, de todo y de nada hablo con cierta frecuencia con otros dos contertulios: el politólogo y comunicólogo, exalcalde de Ramos Arizpe, Ricardo Aguirre Gutiérrez,y el brillante Luis Iracheta, intenso el joven. Las charlas son perennes y tratamos de tocar todos los temas candentes del acontecer cotidiano. Amén de disfrutar buena música, algo de comida y buenos tragos. Hace relativamente poco, al estar disertando sobre melodías que nos acompañan en nuestra alma, en rondas iguales, cada uno de los contertulios programaba una canción y la presentaba. En la segunda o tercera ronda, Ricardo Aguirre programó algo que forma parte de mi alfabeto y se me había olvidado. Ni más ni menos que “Lágrimas Negras” de Bebo Valdés y Diego “El Cigala”; una maravilla.
El joven e intenso Luis Iracheta (quien se dedica al mundo real, digamos, es un activo y eficiente vendedor de seguros) estuvo programando baladas y rock en español. Una delicia, sí, pero el joven conocedor de dichos ritmos y agrupaciones programó una canción de los “Hombres G”, la cual igual ya había olvidado: “Lo Noto”. Rompedora. Volveré al tema.
Avanzamos hoy: en la tertulia pasada de este “Café Montaigne” y a propósito de eso llamado amor y sexo (¿es lo mismo o es diferente?), le dije de uno de los mayores ejemplos de la poesía del romanticismo (no es como usted lo imagina, lo que usted imagina es exceso de estupidez, ñoñería. El romanticismo es otra cosa): el gran Lord Byron (1788-1824). Del cual, insisto, todo mundo ha leído su gran poesía, pero pocos saben que su vida, sus diarios y su biografía son más apasionante que cualquier libro sobre sexo, amor o como se le quiera llamar.
Al grano: Lord Byron, el llamado padre del romanticismo, mantenía un amorío incestuoso con su media hermana. Estuvo casado con varias esposas. Tuvo una hija de la cual nunca se hizo cargo (con Claire Clairmont, hermana de Mary Shelley, sí, la autora de “Frankenstein o El Moderno Prometeo”), Y un buen dato: conservaba como un “suvenir” de sus amantes un mechón de su vello púbico en una caja. Al parecer, dicen los biógrafos… más de 250. ¡Una buena parafilia!
Y rueda rodando con lo anterior, varios y atentos lectores, como usted quien hace favor de leerme hoy, me comentaron y se comunicaron para decirme que en un tris se va a estrenar la versión de “Frankenstein” –al parecer como película o como serie de Netflix. La verdad este ya no es mi mundo– del mexicano Guillermo del Toro. Y justo por lo anterior, me han pedido que aborde eso, a ese monstruo adorable llamado “Frankenstein”.
¡Ay, Diosito! Y aquí empieza el desmadre (lo dije en mi mejor francés): imagino nadie ha leído el libro de “Frankenstein o El Moderno Prometeo”, de Mary Shelley. ¿Miedo y terror? Pues sí, los cárteles de criminales en México, los cuales te decapitan y te despellejan… vivo. ¿Quiere usted leer el mayor y mejor alegato de amor jamás escrito? Lea “Frankenstein o El Moderno Prometeo”.
Un buen dato que nadie sabe. ¡Ja! El monstruo era… vegetariano. Tema de largo aliento.
Por su interés reproducimos este artículo de Jesús R. Cedillo publicado en Vanguardia (MX) – Café Montaigne 361: Lord Byron, el llamado padre del romanticismo