Adictos a los móviles: ¿Qué es lo más importante en la vida?

El acceso casi universal a la tecnología digital, cada vez más temprano en la vida de las personas, está transformando la sociedad moderna

Pasan gran parte del día pegados a los teléfonos móviles, hombres, mujeres y niños; y revisando constantemente sus redes sociales podrían aprender algo de Lin-Manuel Miranda, creador de Hamilton, una obra innovadora que se convirtió en un fenómeno del teatro musical. Su experiencia creativa ofrece una reflexión valiosa sobre la relación entre el descanso, la vida cotidiana y la inspiración.

En una entrevista con la revista Delta Sky, al ser consultado sobre cuándo y dónde encuentra tiempo para ser creativo, Miranda; lector voraz y defensor del ocio, explicó:

«Las buenas ideas llegan cuando descansas. Llegan en la regadera. Llegan cuando estás haciendo dibujitos o jugando al tren con tu hijo. Hamilton me obligó a poner más atención a la inspiración que conlleva el simple hecho de vivir mi vida»

Esta observación no resulta alentadora si se piensa en el futuro de la creatividad, pero tampoco en el de la salud física y mental, ni en el de las relaciones humanas. Las escenas que lo confirman se repiten a diario. Parejas jóvenes que salen a cenar y sacan sus teléfonos incluso antes de mirar el menú, consultándolos una y otra vez durante la comida.

Personas que caminan por la calle, hacen compras o esperan en una fila sin apartar la vista de la pantalla, incluidos ciclistas y conductores que descuidan su entorno. Niños pequeños que interactúan con dispositivos digitales en lugar de observar y aprender del mundo que los rodea. Peatones que avanzan mirando el móvil, chocan entre sí o tropiezan con obstáculos.

Este tipo de comportamientos ha llevado a un psicoterapeuta de Nueva York a plantearse una pregunta fundamental: “¿Qué es lo que de verdad importa?”. En su libro The Power of Off, Nancy Colier sostiene que “pasamos demasiado tiempo haciendo cosas que en realidad no nos importan”. A partir de su experiencia clínica y personal, afirma haberse encontrado con muchas personas que se han “desconectado de lo que importa en verdad, de lo que nos hace sentir ricos y anclados como seres humanos”.

Según recoge el diario Vanguardia (MX), el acceso casi universal a la tecnología digital, cada vez más temprano en la vida de las personas, está transformando la sociedad moderna. Estos cambios pueden tener consecuencias negativas en la salud mental y física, en el desarrollo neurológico, en las relaciones personales y también en la seguridad vial y peatonal.

Sin embargo, no es un rechazo absoluto a la tecnología. La autora aclara que no es una ludita y que aprecia profundamente las ventajas prácticas de los dispositivos digitales. Valora la rapidez, la eficiencia y el acceso inmediato a la información que ofrece un teléfono móvil. Recuerda, por ejemplo, su asombro como reportera del The New York Times a principios de los años ochenta al descubrir los procesadores de texto, que le permitieron escribir con mayor rapidez.

Hoy, las computadoras le ahorran tiempo, esfuerzo y errores, gracias a la posibilidad de verificar datos, cifras, ortografía y estudios académicos desde su escritorio. Aun así, también disfruta apagar la computadora, salir a pasear con su perro y conversar con amigos, conocidos y extraños, algunos de los cuales terminaron convirtiéndose en amistades cercanas.

Como en muchos aspectos de la vida, la moderación debería ser la base de una relación sana con la tecnología. No obstante, muchas personas se han convertido en esclavas de dispositivos que, en teoría, deberían liberar tiempo para vivir y compartir con quienes aman. En lugar de eso, se ven sometidas a un flujo constante de alertas, sonidos y vibraciones que generan la sensación de una obligación inmediata de responder.

“Las mayoría de las personas revisan sus celulares 150 veces al día, o cada seis minutos”, escribió Colier. “Y los jóvenes envían en promedio 110 mensajes de texto al día”. Además, señaló que el “46 por ciento de los usuarios de teléfonos inteligentes ahora dicen que no podrían ‘vivir sin sus dispositivos’”.

Investigadores del The World Unplugged Project, de la Universidad de Maryland, informaron que “una mayoría evidente” de estudiantes en los 10 países analizados experimentó angustia al intentar pasar 24 horas sin sus dispositivos. Una de cada tres personas admitió que preferiría renunciar al sexo antes que a su teléfono móvil.

Asimismo, el temor es que la sociedad se esté transformando en una comunidad de robots digitales. Surgen dudas sobre si las próximas generaciones sabrán mantener conversaciones cara a cara o si serán capaces de apreciar la naturaleza, el amanecer y a las personas que las rodean. En lugar de visitar galerías de arte, asistir a conciertos o caminar por senderos naturales, una mujer que visitó Woodstock, Nueva York, el verano pasado pasó todo el fin de semana comunicándose con sus “amigos” de Facebook desde su iPad. La reacción ante esa escena fue inevitable: “¡Qué desperdicio!”.

La importancia de limitar la vida digital tiene fundamentos claros. Explicó Colier en una entrevista:

«Sin espacios abiertos ni tiempo libre, el sistema nervioso jamás se apaga… está en un estado constante de alerta y respuesta. Todo el tiempo estamos conectados y cansados. Incluso las computadoras se reinician, pero nosotros no lo estamos haciendo»

Y añadió:

«Son las conexiones con otros seres humanos —conexiones reales, no digitales— lo que nos nutre y nos hace sentir como si contáramos. Nuestra presencia, toda nuestra atención es lo más importante que podemos darnos los unos a los otros. Las comunicaciones digitales no producen conexiones más profundas en las que nos sentimos amados y apoyados»

Las interrupciones constantes del teléfono afectan también la productividad y la intimidad. El trabajo se ve fragmentado por notificaciones difíciles de ignorar, la cercanía con la pareja puede quedar relegada por juegos o aplicaciones. Y la obsesión por las selfies y su publicación en redes sociales puede fomentar un egoísmo poco saludable.

En el plano físico, cada hora frente a una pantalla suele ser una hora sedentaria. En niños y adolescentes, el tiempo dedicado a dispositivos digitales reemplaza actividades fundamentales como el ejercicio, el deporte, la lectura, la creatividad y la interacción directa con otros niños. La American Academy of Pediatrics advirtió en su más reciente declaración que:

«Los niños que usan demasiado las redes sociales corren el riesgo de tener un uso problemático del internet, y los usuarios acérrimos de videojuegos pueden sufrir un desorden de videojuegos en línea»

Colier, licenciada en trabajo social, afirmó:

«La única diferencia entre la adicción digital y otras adicciones es que este es un comportamiento socialmente aceptado»

Aunque su libro propone un programa de desintoxicación digital de 30 días, durante una entrevista resumió tres pasos clave para reducir la dependencia tecnológica.

Primero, reconocer cuánto uso de dispositivos digitales es realmente necesario y cuánto responde solo a la costumbre de distraerse. Segundo, introducir pequeños cambios, como evitar el uso del teléfono durante las comidas o al compartir tiempo con amigos, y sumar cada día una actividad sin el celular. Tercero, tomar plena conciencia de lo que es verdaderamente importante, de aquello que nutre a la persona, y dedicarle más tiempo y atención.