Nabot tenía una viña junto al palacio de Ajab, rey de Samaría. Ajab le pidió a Nabot que le diese su viña para extender las huertas de su Casa. Le ofreció a cambio una viña mejor e incluso pagarle por ella lo que estuviese estipulado. Pero Nabot le contestó que no estaba dispuesto a deshacerse de la herencia de sus padres.
Ajab llegó triste a su alcázar, cabizbajo y sin apetito. Con Jezabel, su esposa, compartió el motivo de su desgana y ella le contestó: ¿Pero no eres tú el que mandas? Yo te daré esa viña.
Con el sello real escribió cartas a los notables pidiéndoles que hicieran traer a dos malvados que apedreasen a Nabot por haber maldecido a Dios y al rey. Eso hicieron. Y Nabot murió, dejando libre la propiedad de la viña para que el monarca tomase posesión “legalmente” de las cepas robadas, gracias al amor de su esposa por complacerle.
…A los pocos días, Jezabel propuso a Ajab que promulgase una ley de “regeneración democrática”.