Confieso haber leído poco de Jorge Riechmann, del grupo llamado “poetas de la conciencia”, y en el que me detuve con atención en un sabroso artículo publicado por Litoral sobre el poco interés que se tiene de preservar el planeta de combustiones y excesos, de ruinas proféticas, con tal de mantener una vida regalada y sin miramientos.
Declara el poeta y filósofo que no le gustaría que desapareciésemos como especie. A mí tampoco, aunque llevamos camino de evaporarnos en una nebulosa de olvidos, a causa de que la Tierra en que vivimos no está bien “pisada” desde hace muchísimo tiempo. Tampoco nos gusta recordar los versos de san Juan de la Cruz: “Oh bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado”… sus poemas, mejorarían nuestros pasos.
El progreso tiene sus trampas y sólo nos queda renunciar a nuestras conquistas sociales para regresar a la economía Mapuche de subsistencia, de la que tanto habla Nicanor Parra. Nunca lo haremos. Mientras tanto, lo nuestro es marear la perdiz.