Carolina Marín, referente absoluto del bádminton español y una de las deportistas más admiradas del país, ha sorprendido recientemente al anunciar una decisión tan honesta como valiente: alejarse temporalmente de las redes sociales. No se trata solo de una desconexión digital, sino de un gesto profundo de autocuidado, reflexión y reconexión personal, tras atravesar un periodo emocional especialmente exigente.
En un emotivo vídeo publicado en Instagram, Marín confesó sin filtros que «ha colapsado«. Reconoció que no se encuentra en su mejor momento y que necesita parar. Sus palabras, poco habituales en figuras públicas acostumbradas a mostrar fortaleza constante, transmitieron verdad y cercanía. Explicó que su decisión no fue impulsiva, sino fruto de una reflexión honesta sobre su estado físico y emocional:
«No estoy en mi mejor momento, quiero ser feliz y para eso tengo que encontrar la felicidad en muchas cosas»
Según informa la revista Hola!, la presión de lo público y lo privado también pesa. Desde su oro olímpico en Río 2016, sus títulos mundiales y europeos, y su presencia mediática continua, Marín ha vivido en el foco. Las redes pueden convertirse en un espacio de presión, expectativas y críticas difíciles de gestionar. Además del cariño recibido, también ha tenido que lidiar con ataques y acoso digital, un desgaste comparable al de cualquier entrenamiento de élite cuando no se pone un límite sano.
Su pausa coincide con otro momento clave, el de la lesión sufrida en los Juegos Olímpicos de París 2024, su tercera rotura grave de rodilla. No solo la apartó de la pista, sino que la obligó a afrontar una rehabilitación larga, dolorosa y llena de incertidumbre. El golpe fue físico, pero también mental. Marín entendió que no solo debía sanar su rodilla, sino también su interior. Al miedo de no volver a su nivel se sumaron las expectativas externas y la comparación con su brillante trayectoria pasada.
Tomar distancia de las redes es un acto de valentía emocional. Para alguien tan expuesta mediáticamente no es fácil frenar, pero ha decidido priorizar su equilibrio personal frente a la inmediatez digital. Declaró con naturalidad:
«Va siendo hora de pensar en una misma, para reflexionar de verdad sobre muchas cosas»
Su gesto invita a repensar el peso psicológico que pueden tener las redes, especialmente en atletas y personajes públicos. Cuando las métricas pesan más que la vida real, detenerse puede ser una forma de supervivencia emocional.
Por ahora no hay una fecha de regreso, pero su mensaje es claro, ya que no es una despedida, sino un respiro necesario. Marín busca recargar energía, reencontrarse con lo esencial y recuperar la felicidad en lo cotidiano. Los miles de mensajes de apoyo recibidos evidencian el cariño y el respeto hacia ella, recordando que la humanidad está por encima de la exposición.
Porque la fuerza no solo se mide en medallas. También en la capacidad de aceptar los propios límites, escucharse y elegir el bienestar personal. Carolina Marín lo ha hecho. Y eso, quizá, la hace aún más grande.