Hoy: 23 de noviembre de 2024
La administración de las nuevas vacunas frente a la COVID-19, actualizadas a la variante Ómicron, se prevé que sea inminente entre los habitantes de Estados Unidos y Reino Unido.
La importancia de estas nuevas inyecciones radicaba en que ofrecieran una mayor protección frente al virus que las creadas anteriormente basadas en el virus original de 2019. Sin embargo, un estudio publicado recientemente en la revista Nature sugiere que estas nuevas vacunas de refuerzo podrían proporcionar la misma protección que una dosis de las vacunas más antiguas, sobre todo cuando nos basamos en el riesgo de hospitalización de los pacientes.
Tal y como se informaba el mes pasado, Reino Unido se convirtió en el primer país en aprobar estas vacunas “bivalentes”, basadas en el linaje de la variante Ómicron BA.1 y la secuencia original del virus SARS-CoV-2 identificada en Wuhan en 2019. También, esta misma semana EE. UU. tiene previsto dar el visto bueno a este tipo de vacunas bivalentes.
Sin embargo, el científico de vacunas de Weill Cornell Medicine en la ciudad de Nueva York, John Moore, argumenta en declaraciones para la revista Nature que los reguladores de EE. UU y Reino Unido deberían haber tenido en cuenta la eficacia potencial de las vacunas actualizadas, antes de autorizarlas.
Diferencias en los ensayos de eficacia
Como todos sabemos, la primera generación de vacunas frente a la COVID-19 se sometió a ensayos de eficacia masivos que contaban con un gran número de participantes y rigurosos estándares de control. Los resultados de esos ensayos arrojaron un porcentaje de efectividad frente al riesgo de enfermedad grave de más del 90%.
Por el contrario, las vacunas COVID actualizadas se han probado en grupos más pequeños. Esto se debe a que los estudios masivos realizados en 2020, donde se elegían al azar decenas de miles de personas para recibir una vacuna o un placebo de manera voluntaria, ya no son prácticos o incluso éticos en 2022.
Los investigadores midieron las respuestas inmunitarias de los participantes, fijándose en el número de anticuerpos “neutralizantes” que se dirigen a bloquear las infecciones, y los compararon con los de pacientes que recibieron una dosis de refuerzo de las vacunas originales.
El interés de las farmacéuticas
Basándose en estas comparaciones, la mayoría de los ensayos concluyeron que las vacunas actualizadas protegían prácticamente en igual medida que las vacunas originales, frente a la enfermedad severa. Además, la protección que ofrecían para la enfermedad sintomática leve era muy ligeramente superior a la proporcionada por las vacunas anteriores, no solo para la variante Ómicron, sino también para más antiguas como la Beta.
No obstante, estos resultados le valieron al presidente de Moderna, Stephen Hoge, para describir la nueva vacuna bivalente de la compañía como “un refuerzo claramente superior”, con el fin de promocionarla entre los inversionistas el 8 de junio de este año.
Para intentar entender los resultados propuestos por Moderna, un equipo dirigido por Deborah Cromer, modeladora matemática de la Universidad de Gales del Sur (UNSW) en Sydney, Australia, recopiló los resultados actualizados de todos los ensayos de vacunas que pudo encontrar.
En ellos observó que ambos tipos de vacunas (original y bivalente), aumentaban drásticamente los niveles de anticuerpos, pero las versiones actualizadas solo lo hacían en niveles 1,5 veces más altos que las originales, por lo que no se trataría de un cambio radical.
Además, el equipo de Cromer quiso estudiar cómo de efectivos eran esos niveles más altos de anticuerpos que mostraban las vacunas actualizadas, aplicando un modelo que desarrollaron relacionando la eficacia de las vacunas COVID-19 originales con los niveles de anticuerpos.
Los resultados sostenían que los beneficios de las vacunas bivalentes se basaban en la administración de una dosis de refuerzo de cualquier vacuna, es decir, se obtendría el mismo nivel de protección eficaz frente a la enfermedad recibiendo una de las vacunas originales que una de las actualizadas. Por ejemplo, en una población donde la mitad de las personas ya están inmunizadas contra una infección por SARS-CoV-2, ya sea por vacunas o infecciones previas, un refuerzo con vacuna actualizada supondría un aumento de la protección del 90%, mientras que una dosis adicional de la tanda original proporcionaría un 86% de protección. Para el caso de las enfermedades graves, la protección solo se diferenciaba en unas décimas de porcentaje.
Los puntos fuertes de las vacunas bivalentes
A nivel poblacional, las vacunas bivalentes sí que podrían ser beneficiosas. El modelo de Cromer estimó que, por cada mil personas, una campaña de refuerzo con vacunas actualizadas podría resultar en 8 hospitalizaciones menos, en comparación con las vacunas antiguas, por lo que podría justificar su recomendación de uso en próximas campañas vacunales.
Incluso, las vacunas actualizadas serían necesarias en aquellos casos donde la inmunidad, ya adquirida por el paciente, disminuya de repente debido a una nueva variante, como ya ocurrió con Ómicron.
La vacuna de refuerzo que se empleará en EE. UU será diferente a la aprobada en Reino Unido frente a Ómicron. La Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) pidió que se desarrollaran vacunas bivalentes basadas en la cepa original y las variantes de coronavirus BA.4 y BA.5, en lugar de la vacuna bivalente BA.1 que fue probada por Moderna, Pfizer-BioNTech y otros, para mejorar los resultados obtenidos en materia de eficacia.
Pero el análisis realizado por Cromer asegura que las diferencias podrían ser poco significativas, ya que incluso las vacunas para las variantes Beta y Delta podrían proteger adecuadamente frente a BA.4 y BA.5. En definitiva, parece que un refuerzo que incluya protección tanto para la cepa original del virus como para variantes nuevas determinadas no sería algo realmente efectivo.
El debate se intensifica en Estados Unidos y por ende al resto del mundo, donde algunos científicos defienden que cualquier refuerzo frente a la COVID-19, por pequeño que sea, es bueno implementarlo. Mientras, otros se muestran preocupados por el posible engaño al que se esté sometiendo la población, pudiendo creer que las vacunas actualizadas son mucho más efectivas que las existentes y promoviendo su exposición inconsciente a mayores riesgos de infección por el virus.
A largo plazo es posible que tenga sentido desarrollar vacunas exclusivas dirigidas a las nuevas variantes que surjan del SARS-CoV-2, sin embargo, la idea de que deban coincidir exhaustivamente con las variantes ya circulantes es poco realista, cuando se ha demostrado que ya hay vacunas disponibles que muestran niveles de efectividad muy significativos.