Vidas paralelas: Íñigo Errejón y Francisco González

4 de noviembre de 2024
3 minutos de lectura
Errejón y el expresidente del BBVA, Francisco González.

LUCRECIO TOLEDO

El expresidente del BBVA y el exlíder de Más Madrid comparten el discurso tramposo y el egocentrismo paranoico

Cuando se produjo el escándalo de Íñigo Errejón, hace solo unos días, me saltó en la cabeza un mecanismo mental que me llevó a acordarme de manera inmediata de Francisco González, el expresidente del BBVA, que anda por ahí arrastrando sus murrias delincuenciales en medio de unos curiosos paralelismos entre ambos personajes, por más que a simple vista parezca que se trata de casos muy distintos.

Las piruetas de FG

Francisco González (FG a partir de ahora, como le llamaban sus íntimos), es un hombre que vivió su paso por la gran banca con una curiosa esquizofrenia. Llegó a la presidencia del banco tras muchas asombrosas piruetas, y, cuando la alcanzó, dedicó los primeros años de su gestión a deshacerse de enemigos y rivales, más o menos presuntos. FG no quería en su entorno gente lista que le pudiera hacer sombra: lo que buscaba y necesitaba eran fieles servidores que lo ayudaran a cortar cabezas (más o menos metafóricas, pero no tanto como pudiera pensarse) para que no hubiera ninguna en su entorno que pensara más que él. Y cuando hablamos de su entorno, nos referimos no solo a los directivos y empleados del banco, sino a aquellas organizaciones que en defensa de los clientes, se empeñaran en buscarle las vueltas.

El fichaje de Julio Corrochano en 2003 como director de seguridad del BBVA fue el golpe en la mesa que FG necesitaba dar para que nadie le hiciera sombra.

Julio Corrochano: un policía de la vieja escuela que había llegado a lo más alto de la pirámide policial y había decidido pasarse -como tantos otros- al mundo de la seguridad privada, mucho mejor remunerada y bien entrelazada con los contactos que se le quedaban dentro.

Una regla de oro

A partir de ese momento, FG encuentra el estilo que marcará sus años en la presidencia del banco: un discurso público generoso, moderno y aplaudido (los millones volcados en publicidad tenían que valer para algo), frente a una actuación ejecutiva, gris, opaca y sustentada en extrañas maniobras de más que dudosa legalidad.

La esquizofrenia de FG entre lo que predicaba y lo que hacía, viene marcada por esta frase del personaje: “Mi regla de oro: decir que no a lo que no sea legal, publicable o moralmente aceptable por la sociedad”. Impresionante frase, que, pronunciada por alguien empeñado en encarcelar a quien le lleve la contraria, como puede acreditar, con conocimiento de causa, el presidente de Ausbanc, Luis Pineda, no deja de tener gracia.

Errejón o la generación milenial

El comportamiento político de Íñigo Errejón se mueve en unos parámetros muy similares a los de FG, si bien en este caso la pasión por el poder se formula a través del sexo en lugar del dinero.

La carta escrita por el expolítico para explicar la conducta que le ha llevado a la dimisión es un prodigio de mala prosa y de egocentrismo delirante, pero no mucho peor que los discursos absurdos con los que el presidente del BBVA pretendía esconder sus malas intenciones. Palabra de Errejón: “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona, entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano”. Se pueden decir más tonterías, pero no es fácil. Como esta de FG: “BBVA entendió de manera anticipada los retos de la Cuarta Revolución industrial y por ello lleva más de una década en un proceso de transformación hacia una empresa digital que maximiza la tecnología en beneficio de sus clientes”.

La respuesta al trabalenguas es, naturalmente: la gallina

Y, bueno, sí, podemos hacer bromas sobre los dos personajes, pero el problema es que hay víctimas. Víctimas que en ambos casos -un nuevo paralelismo- han ejecutado con ayuda de otros. Corrochano, dijimos al principio, en el caso de FG. Loreto Arenillas, en el de Errejón. Y mucha gente más, naturalmente. Porque gestionar a base de mentiras, no es nada fácil.

Así les ha ido a los dos.

Lucrecio Toledo

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