Es un sentimiento digno de personas con valores, que por desgracia hace demasiado tiempo están desapareciendo de nuestras vidas.
Recuerdo el día que di una limosna a una señora mayor que pedía en la puerta de un supermercado, su aspecto me conmovió de tal manera que una fuerza interior en mí, brotó con tal ímpetu, que metí la mano en mi bolsillo y le di lo que en ese momento llevaba, sin mirar.
Cuál no sería mi sorpresa cuando ella lo miró y yo, a la vez, ya tenía el dinero en su mano, en ese instante, me di cuenta que incluí los cincuenta euros que llevaba para comprar «cuatro cosas» en ese establecimiento.
Esa pobre mujer, con los ojos llenos de sorpresa y de ilusión,
mirándome emocionada me dijo si podía darme un beso, para agradecérmelo, yo casi sin poder reaccionar por la petición, le puse la cara y ella me besó.
Dos señoras que pasaban, miraron de soslayo la escena, y cuatro jovencitas cuchicheaban entre ellas, entretenidas a la vez que sorprendidas, con la situación, yo me sentí en ese momento, como no me había sentido jamás, reflejada mi emoción en ese beso de agradecimiento de una persona que necesitaba darme las gracias, por un dinero que no esperaba y que yo, no había pensado, dar.
En ese momento me vi pequeña, diminuta, casi invisible, pero me surgió de pronto un profundo agradecimiento a mi situación que me permitía hacer algo por alguien, «en este caso sin proponérmelo» y es por ese motivo por el que me sentí muy mal y como vacía por dentro.
Tal fue la acción, que me surgió un sentimiento de piedad y es entonces cuando me fijé en ella con detenimiento y con ese sentimiento, vi su ropa raída, sus manos con las uñas rotas y negras, su olor a pobreza, por la falta de higiene y esa mirada tan triste, carente de ninguna viveza ni brillo, que solo se ve en las personas con carencias, sean estas del tipo que sean.
Me estremeció su edad, mayor, sola, triste y sin recursos. Yo, en ese momento, solo llevaba ese dinero, estoy segura de que si hubiera llevado más, se lo habría entregado, seguro.
Somos seres muy pequeños y si los comparamos con todas las penalidades que nos rodean, deberíamos valorar el dolor la soledad la falta de amor y el no poder recibir un rinconcito donde calentarse que nos funcione la empatía por un momento, y no estar tan absorbidos por nuestras ajetreadas vidas, parar y pensar solo, como esas personas, podrían recibir esa sensación de calor en sus castigados y helados cuerpos.
Muchas veces nos comportamos como pobres diablos sin alma, y procuramos pasar de esas situaciones, en muchas ocasiones procurando pasar de largo para no involucrarnos.
Cuantos más años cumplimos sin aprender, nos estamos cavando el hoyo, para nuestro triste final, en ese viaje, sin poder presentar esas ofrendas a los más necesitados que de niños, nuestros mayores nos inculcaron.
Los pobres son, nuestros pobres y pensar, escudriñar en vuestras vidas, seguro encontraréis muchas carencias, no todo es el vil metal, dar amor, dar calor humano, dar comprensión y debemos recordar, que nuestras vidas serán, según la familia en la que nazcamos,» el destino para unos y Dios para los creyentes» elige por nosotros, luego serán nuestras capacidades de aceptación.
Algunos sin conciencia, reniegan y dicen que ellos no eligieron nacer ¡Pobres infelices! No saben que están, en este mundo por estar predestinados, desde el comienzo de los tiempos a vivir aquí o allí, de quién, y con quién.
Es muy beneficioso como ser humano creer lo que no vemos y hacer que crezca en nuestras vidas la fe transmitida. Sin ella, el frío te hiela el alma con la que todos nacemos, creas o no creas.
En cada pobre, por circunstancias de la vida, tú podrías verte como esa persona, cualquiera obligado a pedir, en cualquier esquina, por haber sido despojado de toda posición económica más o menos normal y todo, por malos negocios, catástrofes, robos, malos hábitos o fugaces fortunas mal administradas.
Dar gracias a esas vidas que lleváis, sean como sean y aprender
del dolor de los que no gozan de un hogar ni del calor, de ese amor y comprensión de alguien que se preocupe por ti.
El desprecio de los que se creen superiores, les va restando capas de compasión y piedad a los bien nacidos y revierten el refrán en… Al no ser agradecidos, los meten en ese saco de la terrible y maldita avaricia.
¡Ellos no contemplan esa situación! Fueron, pero ya no son, cuando dejas de creer en ellos, los hundes. Ganar de nuevo el respeto perdido, requiere muchos años de bajar la cabeza, ante las evidencias de lo mal hecho.
A los bien nacidos, nos queda La Esperanza, de una España sin pobreza, y no la de permitir que continúen creando esas cuotas sebiles para tapar la realidad, de sus falsedades, por su falta total de previsión.
En el pecado llevan esa penitencia, con sabor a hiel, que les hará
sentir ese ardor insoportable en sus entrañas. Hasta ahora no veían tantos pobres pidiendo por todas partes en ciudades y pueblos de esta España que no la conoce, como decía Alfonso Guerra ni la madre que… ¿Sabéis terminarla? ¡Seguro que sí!
Pues eso…