Cuando las ideas están sostenidas por un convicción moral argumentada, deben tener el respeto intelectual de lo diferente. Sin embargo, cuando los supuestos valores defendidos son hijos de una conveniencia o de un provecho inmediato, de un genotipo familiar sesgado o de una interpretación para encauzar el odio, entonces no pueden mostrarse como valores, sino que apuntan a ser una venganza escondida.
Viví con emoción la puesta en escena de Cinco horas con Mario, de Delibes, después de haber leído el espléndido diálogo de la viuda frente al cadáver de su esposo. Superar la interpretación de aquella mujer que hablaba con el muerto como si viviera, me pareció tarea imposible: sus movimientos, la apropiada y distinta intensidad de su palabra en el monólogo, el ir y venir de sus manos reprochando con ternura los defectos del muerto… resultan inimitables. Considero a la actriz una comedianta excepcional.
Bajó mi alta consideración sobre ella cuando le oí decir, incomprensiblemente: “No entiendo que una mujer pueda ser de derechas y vivir en libertad”.
Yo tampoco, señora, entiendo que usted pueda pensar de esa manera.
pedrouve