Los trastornos de la conducta alimentaria no se limitan a la anorexia y la bulimia, sino que incluyen muchas condiciones que afectan tanto a la relación con la comida como a la percepción del propio cuerpo.
“No se trata solo de miedo a engordar: hablamos de una distorsión cognitiva severa de la imagen corporal, una pérdida de control que puede acabar en muerte tras años de sufrimiento”, alerta el profesor Celso Arango, académico de número de la RANME y director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón.
La mayor parte de los casos son diagnosticados a mujeres, estos casos se denominan trastorno por atracón, anorexia y bulimia. A su vez se observan cada vez más casos de menores entre 6 y 11 años con algún tipo de TCA. Entre los hombres aumenta la vigorexia: una variante no clasificada como TCA, pero que supone una distorsión de la imagen corporal y que provoca una obsesión por el cuerpo ‘culturista’.
Los TCA pueden cronificarse y ser incluso letales, porque una de cada diez personas con un trastorno como la anorexia de tipo restrictivo va a perder la vida como consecuencia de esta grave enfermedad.
Sobre la gravedad de estos trastornos, el profesor Celso Arango señala “He visto morir a pacientes en la UCI después de muchos años con un trastorno de conducta alimentaria de tipo restrictivo, con 22 o 23 kilos que son hueso y piel, y que siguen estando absolutamente convencidas de que les sobra peso de los glúteos, las piernas o los brazos. Esto se debe a que no solamente tienen miedo patológico a la ganancia de peso, sino que también sufren una distorsión cognitiva de su imagen y una incapacidad para percibir su cuerpo de forma objetiva”
El inicio de un trastorno de la conducta alimentaria no suele deberse a un único factor, sino a una combinación de vulnerabilidad psicológica, sociales y biológicos que generan al desarrollo de la enfermedad.
“Suelen ser personas perfeccionistas, meticulosas, obsesivas, autopunitivas, autoexigentes, rígidas«, explica el profesor Celso Arango. Estas características, unidas a experiencias externas negativas pueden actuar como detonantes.
En otros casos, se puede deber a situaciones de rechazo social. “Quizás el detonante sea tener un poco de sobrepeso y que sufran acoso escolar porque los insultan con algún nombre despectivo en relación a su peso”, señala Arango. El impacto emocional de estas burlas genera un deseo obsesivo por cambiar la apariencia física, lo que deriva en dietas extremas y pérdida de peso rápida.
No solo deteriora la salud mental, sino que también desencadena complicaciones físicas graves. El TCA puede afectar al organismo de forma sistemática provocando arritmias, trastornos hormonales, daños hepáticos y renales, infertilidad y alteraciones graves en el metabolismo.
Por eso, su abordaje exige un tratamiento integral y multidisciplinar que combine psicoterapia, asesoramiento nutricional, intervención médica, grupos de apoyo y, en algunoscasos, tratamiento farmacológico.
“No se puede salir de un TCA solo con fuerza de voluntad. Es necesario reconstruir la relación con la comida y con el propio cuerpo desde lo emocional y lo biológico”, explica la profesora Mónica Marazuela, catedrática de Endocrinología y Nutrición en la Universidad Autónoma de Madrid.
Los especialistas coinciden que la clave está en la prevención temprana. Es importante promover una relación saludable con la comida y promover la autoestima desde la infancia
“Necesitamos incorporar el aprendizaje socioemocional en las escuelas, educar en valores reales y enseñar a los adolescentes a valorarse por su inteligencia, su empatía o su sentido del humor, no por los likes o su talla”, defiende Arango.