Del Guaire al Turbio: Al ritmo del tiempo 

1 de junio de 2025
3 minutos de lectura
León XIV |El Impulso

ALICIA ÁLAMO BARTOLOMÉ

Cuando el 8 de mayo de 2025 salió el humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina, nacía otro tiempo:  el Tiempo de León XIV. El mundo se llenó de júbilo. Nunca antes una elección papal había tenido tan enorme difusión de los medios de comunicación, podríamos hablar de una cobertura total. Lo que se había decidido allí, en el varias veces centenario recinto, bajo los frescos de Miguel Ángel y frente a su inmortal Juicio Final, dejaba de ser un secreto para convertirse en noticia urbe et orbi. ¿Qué nos espera en este Tiempo de León XIV?

El nuevo Sumo Pontífice encuentra y se enfrenta a un mundo en caos. Desde la Edad Media hasta hoy, la humanidad ha ido ascendiendo en ritmo acelerado en el campo científico y técnico, en lo físico y material; al mismo ritmo, pero en descenso, ha visto desaparecer sus valores espirituales. La religión ha sido tradicionalmente el depósito y custodio de estos valores, pero también el ataque a la religiosidad ha sido constante y exitoso. He aquí el resultado.

Guerras y más guerras. No ha habido una pausa bélica en los últimos siglos. Guerra entre pueblos, guerras civiles, fratricidas, lacerantes; guerras por ambiciones territoriales o económicas, guerras por fanatismo religioso. Eso en el ámbito mundial, ¿y en los más pequeños ámbitos, nacionales, sociales, familiares? Justificación de conductas por eliminación de la idea de pecado a nombre de una libertad mal entendida: todo se puede, el amor es sólo sexualidad, la fidelidad una entelequia, la familia una utopía, cada quien por su cuenta y riesgo hasta para escoger un sexo sin la madurez de haber vivido. Anormalidades que pretenden ser normalidades. Está bien que se agrupen con títulos llenos de letras para luchar por sus derechos, “sus derechos”, no para atropellar lo que otros defienden.  Son una novedad, porque hasta ahora no se habían visto asociaciones por enfermedad: de diabéticos, cancerosos o asmáticos. Legalización del homicidio: en los millones de millones de abortos anuales, se han echado a la basura, no digo que unos cuantos malandros, pero muchos ciudadanos útiles que bien podrían haber tenido una misión en el campo de la ciencia, el arte, el deporte, la cultura y han sido desechados como escoria. Eutanasia, suicidio asistido: en lugar de aupar el valor de vivir y entregar la misión cuando Dios lo disponga, se ayuda al mayor acto de cobardía que es el.

Esto encuentra León XII, un Sumo Pontífice que desde su primera aparición en el balcón de San Pedro nos anticipó su afán: paz y fraternidad. Con el nombre escogido, sucesor de León XIII, ya nos anunció la vigencia que dará a la Doctrina suicidio. Un mundo al revés. Social de la Iglesia. Con su alusión a “tender puentes”, nos indicó que seguirá los pasos de Francisco en su preocupación por los marginados. Con este mundo angustiado en sus tinieblas tendrá que luchar el nuevo Pastor de la Iglesia. En sus afanes, quiera Dios que encuentre esa chispa de luz que nos haga regresar del mal.

León XIV es agustiniano. Garantía. Los religiosos de San Agustín son tan discretos como eficaces. Herederos de su padre, el Obispo de Hipona, que experimentó el conocimiento de la fragilidad humana y el poder de la gracia. San Agustín fue un hombre débil que se convirtió en sólido santo; una mente inquieta que alcanzó la más alta teología. He admirado y leído bastante a este Santo, tan es así que recomiendo a todo el mundo que no deje de leer sus “Confesiones”. Un motivo más para esperar con entusiasmo la actuación de León XIV.

Y nosotros, la sufrida Venezuela, ¿Qué ritmo marcamos en estos tiempos? El del cojito, porque tenemos una pierna acá y otra acullá. Un país dividido entre el suelo patrio y el extranjero. Una nación exhausta sometida a un gobierno ilegítimo e inicuo sostenido por una gran farsa electoral. Hasta provoca decir como Don Juan Tenorio: Clamé al cielo y no me oyó. / Pues si sus puertas me cierra, / de mis pasos en la tierra / responda el cielo y no yo.

Venezuela gastronomía

Pues no. Nada de posiciones fatalistas, indiferentes, resignadas. ¡La palabra más fea de nuestro idioma es “resignación” y su verbo, “resignar”! Significa vencimiento, abatimiento, desesperanza. Los hijos del Libertador -no los “bolivarianos” del momento- no bajamos la cabeza. Aunque sea arrastrándonos saldremos de este lodazal. Síntomas hay, tomados de acontecimientos recientes. Si llegaron a suelo extranjero dentro del país y limpiamente se llevaron a unos rehenes, ¿acaso no es posible que lleguen silenciosamente a la alcoba de los secuaces?

*Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Alicia Álamo Bartolomé publicado en El Impulso.

▷ #OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Al ritmo del tiempo #28May – El Impulso

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