Lamento carecer de motivos para presumir de políglota, aunque sí manejo con cierta fluidez el idioma más hermoso del mundo, compartiéndolo con más de quinientos millones de personas, ajenas a mi deseo de hablar con todas. En castellano se han escrito, o se han traducido, las mejores novelas, ensayos, libros de poesía… que siguen alimentando la cultura más ancha que pueda conocerse.
Limitarlo o reducirlo es empobrecer a los que no pueden defenderse de las imposiciones. Don Pedro Baena, mi maestro de infancia, valorando los acentos (tilde se llama ahora) nos advertía de su importancia para que reconociésemos que no es lo mismo decir perdida que pérdida. Precisamente el sentido común es lo que han perdido Illia y muchos de su estilo al considerar que el castellano debe ser en nuestro territorio una lengua moribunda, muerta o amortajada. No entienden que estafan a nuestra juventud haciéndoles saber, con la costumbre de sus utopías, que idioma tan doméstico se hablará en todo el mundo.
Falta sentido común. Ahora dicen los mossos que la fuga de Piugdemont no fue culpa suya, sino por una orden de Interior… En castellano, ya nos habíamos dado cuenta.