Recientemente se ha publicado en este medio la gesta protagonizada en Bosnia en 1993 por el teniente de la Legión José Luis Monterde y sus treinta y cinco hombres que, desobedeciendo las órdenes del mando internacional, salvaron de ser degollados a manos del sanguinario grupo armado musulmán llamado Pañuelos verdes a unas doscientas mujeres y niños y los diez soldados croatas que los protegían.
Dicha gesta, aunque algún medio se hizo eco de ella, naturalmente fue desconocida por la sociedad española de la época.
Y más por los políticos. Era por entonces cuando se pensaba incluso en suprimir la Legión, a la que los grupos de izquierdas, incluido el PSOE (y naturalmente el PCE) acusaban públicamente desde 1975 de ser mercenarios e incluso asesinos.
Hoy, a quienes realizaran una acción del calibre de la del teniente Monterde (en la fotografía superior), cumpliendo con las exigencias elementales de humanidad e impidiendo que se perpetrara una infracción grave del Derecho internacional humanitario o crimen de guerra o de lesa humanidad, se les premiaría con toda clase de medallas y condecoraciones.
Y qué decir si los protagonistas de la gesta hubieran sido unos soldados o marines norteamericanos, franceses o británicos.
Reportajes, películas protagonizadas por actores y actrices famosos, cruces púrpura, Legión de Honor y otras distinciones, ascensos, etc. Lo lógico en cualquier sociedad que se respeta y que tiene una prioridad de valores.
¿Se imaginan a nuestro genio manchego Almodóvar dirigiendo un filme en el que se exalte esta actuación de unos legionarios homófobos, incultos y pertenecientes a un Cuerpo del que fueron cofundadores fascistas tales como Millán Astray y el innombrable Franco?
¿Pueden concebir los lectores a actores y actrices tan combativos como Bardem o Willy Toledo interpretando a esos “lejías” de ultraderecha, o a Penélope, Marisa, Aitana o Ana Belén dando vida en la pantalla a las mujeres de la población civil con las que unos probos musulmanes trataban de dialogar y socializar?
Y, finalmente, ¿creen que la música de la película pudiera incluir baladas de Víctor Manuel (obviamente no la que dedicó al innombrable, pues eso fue un pecadillo de juventud que incluso le perdonó el abuelo Víctor, el de la mina)?
Un hecho así es incomprensible, no entra dentro de su cabeza, para la clase política española que actualmente padecemos.
Aquella está más pendiente de Cerdanes, Koldos, Ábalos, Begoñas sauneras, hermanitos músicos y pollastrones varios y de lograr alguna paguita, subvención o enchufe para queridas, parientes o conmilitones o de borrar la simulación de una licenciatura, un grado, un máster o cualquier tipo de estudios que ni se tienen ni se han terminado, etc., que de propiciar el bien general o de la unidad de la sociedad en torno a los valores esenciales de libertad, justicia, igualdad, el auténtico pluralismo político que proclama la Constitución.
El hoy Teniente Coronel Monterde y los treinta y cinco héroes que con él estuvieron unánimes en ofrecer sus vidas para salvar las de doscientos miembros de la población civil croata y de quienes los custodiaban sin duda merecerían esas Grandes Cruces o Cruces Rojas del mérito militar que, con frecuencia, se conceden (las primeras) a quienes no tienen otro mérito que su proximidad al Ministro/a del ramo.
Recientemente, ha sido motivo de escándalo entre funcionarios judiciales, jueces, magistrados, fiscales y letrados de la Administración de Justicia, forenses, etc., la concesión por del “triministro” Bolaños, por Real Decreto 549/2025, de 24 de junio, de la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort (la mayor distinción de la Justicia española) a José Luis Rodríguez Zapatero “en atención a los méritos y circunstancias que concurren” en él.
Una Gran Cruz que solo se concede a quienes han llegado a ser presidentes de Sala del Tribunal Supremo.
Naturalmente, en el Real Decreto (y probablemente en el expediente que debió instruirse al efecto) no se especifican cuales pudieran ser esos “méritos y circunstancias” concurrentes en el ex presidente Rodríguez Zapatero.
Podrían ser, tal vez, haber dejado a España, al término de su mandato, en quiebra económica y a punto de ser intervenida por la UE; o tener ahora una estrecha relación política y económica con mandatarios de probado pedigrí democrático como Maduro o Xi Jinping y otros líderes de consolidados Estados de Derecho.
Lo que sí se puede concretar y demostrar son las circunstancias y méritos que concurren en el hoy teniente coronel Monterde y sus treinta y cinco hombres. Hombres de bien, de valor y decencia acreditados, héroes que honraron, y honran, a España y a los españoles.
Es de esperar que la siempre inquieta y atareada Margarita Robles, el JEMAD o el JEME encuentran un ratito en sus graves e importantes quehaceres para meditar acerca de la conveniencia de honrar como se merecen a estos bravos servidores públicos, pues nunca es tarde para hacer justicia.
Pero no veremos ese acto de justa reparación. Sigue vigente en España lo que versó el clásico:
“En tiempo de las bárbaras naciones colgaban de una cruz a los ladrones; mas hoy, en pleno siglo de las luces, del pecho del ladrón cuelgan las cruces”.