“No podemos quedarnos callados ante la crueldad. México atraviesa una etapa muy oscura; exigimos acciones inmediatas para frenar la violencia”, afirma el colectivo Diálogo Nacional por la Paz. “No nos cansemos de presionar a las autoridades para que no tengan otros datos, sino los correctos”, exhorta monseñor Egelberto Polino, obispo auxiliar de Guadalajara.
“La violencia y la desaparición forzada se han convertido en una constante que, lejos de generar indignación, ha sido normalizada por la sociedad”, alerta la Arquidiócesis de México. “Si en algún momento, como pastores, hemos sido indiferentes a sus historias, les pido disculpas”, lamenta el obispo capitalino Francisco Javier Acero Pérez.
Por todo el país se alzan voces de protesta e indignación ante las crudas imágenes y los escalofriantes relatos sobre el campo de exterminio del crimen organizado en Teuchitlán, Jalisco, revelado con detalle por la sociedad civil y el periodismo libre. Un hallazgo que, en palabras del Episcopado mexicano, “evidencia la incapacidad estructural de las fiscalías”.
Hay consternación en todo México, salvo en Palacio Nacional, sus aliados y su corte de jilgueros a sueldo. Para Claudia Sheinbaum, el lamentable caso no es más que “una campaña negra, hipócrita, de muchos que no están de acuerdo con nosotros”, una maniobra de “carroñeros” al servicio de intereses oscuros que buscan debilitar al régimen obradorista
A diferencia de las muestras de solidaridad de numerosos organismos religiosos y pro derechos humanos, el morenismo se queja de que, “sin información suficiente, se ataca al gobierno y se revive la estrategia de ‘narco presidenta’”. Para algunos personajes como Fernández Noroña, “es la enésima campaña canalla de la derecha miserable contra el movimiento”.
Presionado por el eco internacional del caso, el gobierno toma el control del “campo de exterminio” y elimina evidencias. Organiza visitas de “periodistas” para que confirmen que “todo está en orden” y confronta a las “madres buscadoras”, que protestan ante el espectáculo montado por el régimen: “Es una burla. Vengo a buscar a mi hija, no a un museo”.
La presidenta Sheinbaum se defiende: “No somos el PRIAN”. Sin embargo, horas después, la bancada oficialista revienta la sesión del Senado para evitar que se discuta el caso de Teuchitlán (bit.ly/4cazH45). Critica al periodismo que “habló por primera vez” de la “falacia” del “campo de exterminio” y lo amenaza con el fuego del desprestigio. La “imagen” del gobierno es la prioridad.
Ante la grave crisis de desaparecidos, Amnistía Internacional insiste en la necesidad de un “diálogo constructivo”. Casos como el de Teuchitlán, señala Coparmex, son una “dolorosa evidencia” de la falta de resultados en el combate a la delincuencia (bit.ly/4bR7pLH). La violencia y la impunidad, advierten, afectan seriamente la estabilidad social y el desarrollo económico.
El gobierno no escucha ni acepta que puede equivocarse. En el terreno económico, la OCDE anticipa una grave recesión, por los nuevos aranceles, la falta de crecimiento y el histórico déficit fiscal. Le secundan la Federación de Economistas, el IMEF y la calificadora Fitch (bit.ly/4iBcTgg). No obstante, Claudia Sheinbaum desacredita las advertencias: su administración “tiene planes”.
En una semana de nuevas llamadas de atención, que el régimen desdeña, la Auditoría Superior recuerda la tragedia de la corrupción y su impacto económico (bit.ly/4ivUd1g). Alerta sobre el riesgo de las adjudicaciones directas en las adquisiciones de estados y municipios, y presenta cifras alarmantes: en 2024, el 85% de 25,000 contratos se asignó a empresas de dudosa reputación.
En Yucatán, el gobernador Huacho Díaz asegura, ante el polémico nuevo líder de los constructores, que “no me temblará la mano” para destituir a funcionarios deshonestos. Fiel a su estilo de más palabras que hechos, lanza una seria advertencia sobre el cobro de “moches” en las obras públicas, pero esquiva los múltiples cuestionamientos sobre el espinoso tema.
Para justificar sus fracasos, desviar la atención de los serios problemas del país y reforzar sus vínculos con el “pueblo”, los gobiernos de la 4T recurren con frecuencia a la auto victimización. Se presentan como víctimas de fuerzas externas —sus opositores, el periodismo libre y las élites económicas— para asegurarse el apoyo popular y deslegitimar cualquier crítica.
Abanderando una polarización que profundiza las divisiones sociales, los regímenes populistas como el mexicano tienden a negar la realidad cuando ésta contradice su narrativa o pone en entredicho sus promesas. Desacreditan incluso a los expertos y minimizan problemas evidentes para distorsionar los hechos o culpar a otros y no asumir su responsabilidad.
La negación recurrente de la realidad impide tomar decisiones basadas en datos objetivos y evidencias. Se crea así una “verdad” paralela, distorsionada, que se difunde mediante discursos emocionales y costosas redes de manipulación, como las que el gobierno utiliza actualmente para intentar desvirtuar la barbarie detrás del caso de los desaparecidos.
Desde 2018, el obradorato ha negado sistemáticamente la corrupción creciente y el estancamiento económico. Con cinismo y confiado en su popularidad clientelista, responsabiliza a los gobiernos anteriores y a los medios de comunicación del aumento de la violencia y el fracaso de su estrategia de seguridad, tal como lo hace ahora con la crisis de Teuchitlán.
¿Qué hacer ante tanta manipulación? ¿Mantenernos al margen? Creemos que no. La cerrazón del gobierno frente a los casos aquí expuestos debería ser suficiente para cuestionarnos lo que debemos hacer desde nuestras trincheras. La auto victimización y la negación de la realidad debilitan la democracia, obstaculizan el diálogo y profundizan los conflictos.
En una etapa oscura como la actual, permitir que crezcan la polarización y la negación de la realidad es riesgoso. Al dividir a la sociedad y distorsionar los hechos, el régimen mantiene el poder, pero a costa del bienestar social. No nos cansemos de presionar, “para que no tengan otros datos”, como exhorta monseñor Polino. El país lo agradecerá.- Mérida, Yucatán.
*Por su interés, reproducimos está editorial de CARLOS R. MENÉNDEZ LOSA, publicado en Diario Yucatán