Volví a ver a Williams Wood Tennessee unas horas antes de ser ejecutado en el pabellón de la muerte, en la pequeña ciudad tejana de Huntsville. Le quedaban solo 24 horas de vida. Wood había decidido concederme la entrevista que me denegó
Oprimo el interruptor del flexo en el gesto mecánico de siempre. La bombilla parpadea levemente antes de apagarse. Con esa acción, echo el cierre a todos los sucesos de la jornada. Cualquier incidencia académica, cualquier mensaje intempestivo o cualquier preocupación que atenace
El soldado está solo en su trinchera. Desde hace dos horas sigue parapetado con la metralleta en el mismo lugar donde su comandante lo dejó con la orden de no abandonar su puesto.
Aquel día, el pasamanos lucía más lustroso de lo habitual, como si alguien se hubiera esmerado en encerarlo esa misma mañana. Apoyó ambos codos sobre la bruñida superficie y se encomendó a la tarea que, desde su jubilación, se había convertido en
Estoy en un destartalado sótano con un periodista de tribunales. Él está maniatado. La humedad es rancia. La tierra mojada de este agujero se mezcla con el aroma de las fritangas que se cocinan en una tasca cercana. No sé cuántas horas
Cada noche, cuando el último resplandor del ocaso se esconde entre las sombras, el farero prende su faro, lo ajusta, se asegura de que todo funciona bien y prepara café y chocolate caliente. Es la señal. Las tazas humean, los ojos brillan…
La sostuvo por enésima vez aquella tarde. El contacto frío del metal le infundía una inexplicable sensación de seguridad. Apretó el pestillo e hizo girar el tambor. Los compartimentos destinados a albergar los proyectiles se encontraban vacíos. Todos, excepto uno. Una bala
Me llamo Nerón Claudio Druso y nací en Roma en el año 15 antes de Cristo. Me pusieron como sobrenombre "Germánico" por las batallas que gané en tierras de la Germania.
A veces (no muchas) ocurren milagros y las distancias que nos parecen insalvables, simplemente desaparecen. Sólo hay que querer... y creer. Él llena papelitos amarillos de letras y palabras.
El cadáver de Teodora Castro sigue oliendo a sexo a pesar de llevar muerta más de cinco años. Desde que ella falleció, su cuerpo permanece de la misma manera: incorrupto, con ese olor penetrante.