¿Qué hacer?

20 de junio de 2024
4 minutos de lectura
Puigdemont | Fuente: EP
Carles Puigdemont | Fuente: EP

Rafael Fraguas

¿Qué hacer? Ésta es hoy la pregunta. La respuesta pasa por considerar la necesidad de desterrar la falta de acción política en la escena española, pese a los reiterados intentos del Gobierno de coalición por desplegarla. La oposición consiguió sustituir los hechos políticos por la mera (in) comunicación política, sin otro contenido que el No a todo, aderezado con la insidia y el insulto. Lo peor es que, desde la otra parte, se interiorizó esa negatividad. Y la casa quedó sin barrer.

Comprobado que el acoso y derribo antigubernamental no da resultado, sería conveniente que alguien comenzara a pensar en la necesidad de pactos de Estado con el Gobierno, dentro de ese partido atrápalotodo que se dice de derecha democrática, cuando todos sabemos que sus líderes coquetean peligrosamente con la extrema derecha. ¿Que por qué es peligrosa la extrema derecha? Pues porque no es democrática: las conquistas en derechos sociales igualitarios y libertades civiles conseguidas durante 40 años de democracia en España son el principal objetivo a abatir por sus dirigentes, tal como aseguran. No aportan nada a la escena política española, salvo rencor, resquemor y abrazos a genocidas convictos.

¿Sería bueno que en España existiera una derecha realmente democrática? Pues claro que sí, como ocurre -sin ir más lejos- en Francia, donde los gaullistas de LR, formación política de derecha conservadora francesa, han destituido y expulsado por unanimidad a su presidente, un tal Cioti, por pactar con la extrema derecha de Marine le Pen, dirigente de un partido ultranacionalista fundado con colaboracionistas galos con los ocupantes nazis.

El caso es que hay tareas demasiado importantes que acometer en España, pese a la absoluta renuencia del Partido Popular a consensuar nada de nada, salvo, al parecer, una moción de censura junto con los independentistas de Carles Puigdemont contra el Gobierno. Las importantes tareas a asumir son de gran calado institucional ya que muchas de las instituciones estatales se encuentran paralizadas: Consejo General del Poder judicial, cinco años contraviniendo la Constitución mientras nombra jueces afines al PP sin despeinarse; gentes del Derecho se extrañan que no se haya recurrido en amparo ante el Tribunal Constitucional la transgresión del derecho a la tutela efectiva de los jueces y tribunales prevista en el artículo 24 de la Constitución, tutela abiertamente vulnerada por el enroque del inefable organismo judicial pues su blindaje genera indefensión ciudadana. En cuanto al Senado, habrá que enmendar su proclividad a tumbar leyes progresistas o conciliadoras, con medidas que sabe que el Parlamento hará viables, como así ha sido; su obligada transformación en una Cámara Territorial, sería acorde con la estructura del territorio nacional y es un clamor a voces.

A propósito de la la Corona, tiene pendiente una reforma constitucional, habida cuenta de que la primogenitura sucesoria que establece la Carta Magna fue eludida mediante la proclamación como Rey del varón Felipe de Borbón (nacido en 1968) frente a su hermana Elena (nacida en 1963) de lo cual no se dio explicación que se recuerde; además, es estatalmente inaplazable suprimir el privilegio que concede a los reyes la inviolabilidad que les sitúa por encima de las leyes, bicoca que permitió a Juan Carlos I cometer todo tipo de transgresiones económicas y éticas; en cuanto a los Partidos, se comportan como instituciones piramidales donde el secretario general o el presidente respectivo impiden el flujo democrático de ideas, críticas y propuestas que no hayan surgido de aquellos. Respecto a la Administración pública, regional y municipal, suele ser un escenario de la actividad estatal donde priman la endogamia, el aval de un apellido familiar para aprobar una oposición o las restricciones contra todo tipo de iniciativa de un funcionario que se tome en serio su trabajo y su función social. El estatuto de la Banca habrá de ser rediseñado para que, con los beneficios milmillonarios extraídos durante la última década, devuelva el copioso dinero público que le fue prestado en su día y con el cual sorteó las crisis.

De las corporaciones multinacionales hay que decir que es cada vez más necesario embridarlas ya que, sin ser elegidas por nadie, dictan, hacen y deshacen cuanto acaece en la escena económica y también política nacional, intentando por doquier enfeudar Gobiernos. En lo que concierne a la Iglesia católica, sus holgadas inmatriculaciones (más de 100.000 bienes inmuebles) así como sus canonjías educativas, fiscales, mediático- radiofónicas y políticas no son admisibles en un Estado como el nuestro que se declara constitucionalmente aconfesional pero que le brinda una prelación irrestricta. La Familia, núcleo vertebrante de la sociedad, necesita la más amplia y urgente protección estatal mediante una política demográfica que estimule la natalidad merced al logro de una conciliación laboral eficaz entre padres y madres en los hogares. A los Sindicatos hay que exhortarles a encontrar espacio y tiempo para unificarse, unificando asimismo las luchas desplegadas en numerosos sectores en un empuje socioeconómico cristalizado en un programa común; es imprescindible que asuman la necesidad de fiscalizar a las compañías multinacionales, con la ayuda de Europa, adentrándose en ellas y en las denominadas plataformas, donde se registran retrocesos inadmisibles en los derechos laborales conquistados. De la Universidad, es apremiante que la investigación, la excelencia y el saber dejen de brillar por su ausencia y que se ponga fin a cátedras aún feudalizadas, trufadas por la adulación al titular y con becarios de investigación sepultados en el menudeo…

Como cabe comprobar, la tarea es tan ciclópea como urgente. Es preciso que la juventud española espabile y perciba que si no se organiza política y sindicalmente como desee. Si no se aparta del teléfono móvil y de los cascos de audio siquiera un par de horas semanales para dedicarlas a definir y luchar por solventar sus problemas frente a quienes la explotan, su futuro existencial, vital y laboral desaparecerá irremisiblemente para sumirla en la precarización y en la irrelevancia.

Muy pocas cosas de las dichas aquí figuran en los programas de los partidos, mucho menos aún en las cúpulas de las instituciones descritas. Pero cualquier persona cabal sabe que lo aquí se ha enunciado y otras materias que el lector tendrá en mente, son la condición sin la cual el horizonte existencial de este país puede entrar en barrena y colapsar de manera inquietante más temprano que tarde.

1 Comment

  1. Rafael Fraguas acierta de nuevo en su exposición. Urgen las reformas eternamente aplazadas y un profundo cambio en la mentalidad social. Mantener la cosa pública como fue en lugar como debería ya venir siendo. Nada peor que la inercia y el obstáculo continuo al cambio. Dejar pasar aquello que nos confunde o incomoda nada soluciona.

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