El verano suele ser sinónimo de vacaciones, planes al aire libre y comidas diferentes. Pero nuestro estómago no siempre lo agradece. Según el doctor Andrés Sánchez, especialista en Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Marbella, las altas temperaturas, los cambios de rutina y los excesos alimentarios pueden pasar factura. Los trastornos digestivos aumentan en esta época, desde digestiones pesadas hasta brotes de enfermedades crónicas como el colon irritable, la gastritis o la enfermedad de Crohn.
Los culpables son claros. El calor afecta a la conservación de los alimentos. Comer fuera de casa con más frecuencia o consumir productos en mal estado también suma riesgos. El especialista alerta que los pacientes con patologías digestivas crónicas deben ser especialmente cuidadosos. Un viaje al extranjero puede ser un detonante si no se toman precauciones: evitar agua no embotellada, frutas sin pelar o comida callejera en países con menor control sanitario es esencial para prevenir problemas, según apunta Infosalus.
El tipo de comida que consumimos tiene un gran impacto sobre el estómago. Alcohol, comidas copiosas, fritos o helados pueden agravar la acidez, la hinchazón y la diarrea. Por eso, moderar estas tentaciones es clave. Mantener horarios regulares de comida, hidratarse bien y escuchar a las señales del cuerpo son medidas sencillas pero eficaces.
La higiene alimentaria es otra gran aliada. Refrigerar correctamente los alimentos, evitar salsas caseras con huevo crudo y ser cauteloso con mariscos o pescados crudos son pasos fundamentales para prevenir intoxicaciones. Además, existen señales que nunca deben ignorarse: fiebre alta, vómitos persistentes, diarrea con sangre, dolor abdominal intenso o signos de deshidratación. Ante cualquiera de estos síntomas, acudir al médico de inmediato puede marcar la diferencia.