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Primavera en invierno

Primavera en invierno no es bueno porque la vida tiene sus ciclos

Almendro en flor en el paisaje accitano de la Hoya de Guadix (Granada). /FI

Con el cambio climático se alteran los tiempos y los ciclos de la vida y eso acaba por enloquecer a las criaturas, sean vegetales o humanas

He visto esta mañana almendros en flor y algunas rosas despistadas en un jardín de mi barrio. Estamos a mediados de enero, que es como decir que tenemos primavera en invierno. Por mucho que nos guste ver florecer la naturaleza, todavía no toca. Cada cosa a su tiempo. Esta sociedad nos está acostumbrando a vivir con precipitación y parece que hemos contagiado a nuestro entorno para que todo se agite rápido, con prisa y sin pausa.

Los niños maduran rápido y en un descuido se hacen adolescentes y jóvenes que apenas si han jugado en equipo, desde luego no en la calle. Nos movemos acelerados para ir a la compra o hasta de vacaciones. Queremos todo ya, sin demora. No dejamos que el reloj haga su trabajo.

Somos culpables de la locura, del revuelo de las ideas y de la improvisación, aunque ninguna de las tres tengan porque ser mala cosa. Lo es -mala cosa- cuando no dejamos que fluyan y se deslicen como un manantial entre los destellos de luz que se cuelan entre las ramas.

Los del norte han sido siempre más cerebrales y por eso allí se mantiene el orden establecido, la humedad y la lluvia cuando toca, y los del sur somos más del corazón, más de batir y mezclar, y de ahí el desconcierto que se descarga en el clima como las trombas de verano.

Pero con con el maldito cambio climático todo empieza a igualarse; se están alterando los tiempos y los ciclos de la vida y, para que engañarnos, eso acaba por enloquecer a las criaturas, sean vegetales o humanas.

Hace unos días y a propósito de estos cambios tan radicales en las temperaturas que nos lleva del calor intenso al frío extremo de un día para otro, oí decir a un labrador en televisión que esto no hay quien lo aguante, y explicaba que ‘las criaturas’, en alusión a las plantas y árboles, tienen que dormir con mínimo 90 días seguidos porque no pueden estar siempre despiertos y en producción.

Tiene razón el buen hombre, que además sabe de lo que habla. No es bueno que los almendros florezcan en enero ni es bueno que sólo este mes de enero hayamos registrado hasta 90 episodios récord de temperaturas, ni que 2023 haya sido el año más caluroso de la historia.

No es lo recomendable porque eso nos lleva directos a la sequía y a la emergencia por problemas de abastecimiento. Así están ya en buena parte del Mediterráneo, desde Cataluña a Andalucía, pendientes de restricciones y asustados con un verano que puede ser un infierno… y sin agua ni en los grifos y menos en las piscinas.

Pero lo que no es bueno para las criaturas vegetales tampoco puede serlo para los humanos, y con tanto calor aparecen los sofocos, muchos de ellos gracias a la política. Calentita está, sí, porque parece que está de atar. La política no, los políticos a los que parece que se les ha ido la olla. El problema es que en este campo no hay flores en invierno, solo espinas y cardos.

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