Como todos los premios de este mundo, los Nobel son otorgados según sesgo, tendencias, relevancias, gustos o proclividades de los miembros del jurado y … puede que algo más. Muchos Nobel de literatura tienen, sin embargo, la anuencia de la maravilla:
A TS Eliot se lo otorgaron por decir, quizá: “No estás aquí para verificar, / instruirte, satisfacer tu curiosidad o trasmitir informes. / Estás aquí para arrodillarte”.
Con mucha razón y dolor por la muerte de Zenobia, a Juan Ramón Jiménez se lo otorgaron porque Platero sufría una punta de naranjo en su pezuña.
Ante la seriedad disciplinada de Vicente Aleixandre en su cantar poético, después de haber transformados los labios en espadas, pudo decir: “Manos de amantes que murieron y se estrecharon un día para encender sobre los hombres una luna instantánea”.
A Borges le preguntaron muchas veces si apetecía el Nobel de Literatura… En lo que pude conocerle creo que sí, pero su mejor premio fuimos todos los que seguimos creyendo en su verso imprescindible, en su eterno Fervor de Buenos Aires.