¿Por qué se habla de ‘fontaneros’ cuando se trata de ‘chorizos’?

29 de mayo de 2025
3 minutos de lectura
¿Por qué habla de 'fontaneros' cuando se trata de 'chorizos'?
Leire Díez Castro, en un acto cuando era a Directora de Relaciones Institucionales y Filatelia. /EP

Los españoles tenemos tendencia a disfrazar la verdad con giros que retuercen el lenguaje, metáforas o perífrasis cuando se quiere dulcificar o falsear la verdad, la única verdad, detrás de palabras y a veces de gestos.

Viene de lejos pero estos días está de actualidad la expresión ‘fontanero’ para referirse a los muñidores del presidente Pedro Sánchez y del PSOE para arreglar cosillas feas que se hacen bajo cuerda con muy malas intenciones, o buenas, según se mire. Con malas intenciones si el objetivo es, y lo es, destrozar la vida de personas o instituciones incómodas, y buenas si así los que manejan estos hilos lo que buscan es acallar y amenazar mediante el chantaje para perpetuarse en el poder.

Decía que está de actualidad hablar de los fontaneros del Gobierno y del PSOE, caso de la socialista Leire Díez Castro, a la que se le han visto las vergüenzas o más bien se le han escuchado, en unos audios en los que busca basura para desacreditar al jefe de la Unidad UCO de la Guardia Civil que investiga los presuntos chanchullos de la esposa o del hermanísimo del presidente.

De entrada, no es una fontanera, y hay que pedir respeto y perdón al gremio de los fontaneros. Es una choriza o delincuente a juzgar por lo que dice en esos audios, identidad que ella misma reconoce, y desde ahora hay llamarla por lo que es, no una fontanera, una presunta delincuente, una amoral, una malandrina, bribona o una malera. Será que no hay formas de llamar a este tipo de gente que busca el mal y lo desea para otros si así salva sus aviesas intenciones y objetivos, sea por deseo propio o por encargo, que parece el caso. Alguien en una emisora de radio se refería a ella directamente como “Leire la de las cloacas”. También vale.

Los audios a juicio del portavoz de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, son “vomitivos”. No podemos decir cómo son a juicio de la camarilla gubernamental porque están en silencio. Si acaso asoman la cabeza para denunciar que todo es una campaña de acoso al presidente Sánchez y para desvincularse de la señora Leire, a la que ahora parecen no conocer pese a su manifiesta proximidad con altos dirigentes socialistas y en especial con el secretario de Organización del PSOE Santos Cerdán, para el que ‘trabajaba’ esta malandrina.

Lo que dejan claro estos audios y más con los que ha publicado en las últimas horas un diario digital en los que un empresario apunta directamente a que se trata de una operación orquestada por el presidente socialista, lo que evidencia, digo es que el clima de corrupción en el que se mueve este Gobierno es insoportable y, como ha dicho recientemente en unas jornadas en Argentina el periodista Fuentes Informadas, José Antonio Hernández, “lo que está sucediendo en España con Pedro Sánchez no tiene precedentes”. No los recuerdo yo tampoco. Nunca un Gobierno español ha caído tan bajo por intentar mantenerse en el poder.

Es incomprensible que un Gobierno democrático recurra a las cloacas del Estado para atacar a jueces, periodistas y muy especialmente a la Guardia Civil para amedrentar y silenciar a los incómodos, sea el juez Peinado, que se atreve a tomar declaración en sede judicial a la esposísima Begoña Gómez o al hermanínimo David Sánchez, o sea a la UCO de la Guardia Civil porque saca a la luz la basura que el PSOE y el Gobierno tratan de ocultar bajo la alfombra.

¿Qué queda cuando un Gobierno socava los cimientos del estamento judicial o de instituciones como la Guardia Civil, o cuando intenta acallar mediante control y coacción a empresas de comunicación y periodistas, o cuando utiliza en su provecho instituciones como la Fiscalía del Estado o cuando…?  Pues queda la desvergüenza y la autocracia, el abuso y la corrupción, la mentira, el engaño y la manipulación. De los principios de un Estado de Derecho va quedando poco. O nada.

El presidente debería convocar elecciones inmediatamente y dejar que la sociedad española se pronuncie para que la degradación institucional y personal no vaya a más. España no lo merece. Y perdón otra vez para los fontaneros, ¡tan necesarios y útiles en momentos de atasco y de fugas!

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