Siendo un destacado miembro de la llamada Generación del 98, la originalidad de Pío Baroja consiste en tener la boina ajustada sobre una inteligencia conflictiva. Médico a palos, como diría Molière, llegó a ejercer en Cestona donde acabó enfrentándose con el alcalde, con el otro médico, con el párroco y su feligresía… sin saber que su desgarro lo hacía adversario de sí mismo. Hay personas que, a causa de su contradicción interna, ofenden a los demás por capricho.
Me detengo hoy en una frase infeliz, como muchas de las suyas: “Sueño con una España en que no haya curas, ni moscas ni militares…” Me alejo de don Pío antes de me contagie su amargura, especialmente la que subyace en la obra publicada en 1938. Contrario a la democracia y a la vida, ajeno definitivamente a la alegría, a este español le faltó un espejo de mirar por dentro, de esos que al fin descubren, en lo profundo de los demás, un bien irrenunciable.
pedrouve