Después de acicalarse ante el espejo, la mañana se hace mujer y busca la manera de recorrer las horas, solvente y perfumada. Todas las mañanas terminan siendo días enteros a causa de las horas y, aunque no lo manifiestan, su deseo es fotografiar los instantes, detenerlos en su fuga, encerrarlos en la eternidad del momento y ofrecerlos a la Historia como un ramo de melancolías que también termina devorando el tiempo.
Miro la cosas que hay dentro de la vieja vitrina de mi casa y las siento encerradas en un cautiverio de preferencias: algún día fueron importantes al ser elegidas como regalo, a sabiendas de que el polvo y los años mancharían su hermosura. Es como una jaula de pájaros muertos…
Si se pudiera fotografiar la tristeza, estas mañanas novembrinas de 2023, de intercambios funestos, dejarían para la Historia los rostros desencajados de una España que ha caído en la trampa de dejarse gobernar por demonios sin cuernos… Como en la vitrina de mi casa, ya pueden abrir del todo la jaula porque, legalmente, se han asegurado bien de que los pájaros estén muertos.