Nat Chediak, el cubano que puso en Hollywood a Almodóvar y Trueba

25 de septiembre de 2023
13 minutos de lectura
Nat Chediak (La Habana, 1950) puso el ojo en las películas de Pedro Almodóvar y Fernando Trueba y apostó por ambos´.
Nat Chediak. | CC

Nat Chediak (La Habana, 1950) puso el ojo en las películas de Pedro Almodóvar y Fernando Trueba y apostó por ambos sin una sola duda y con la certeza de que estaba ante dos genios irrepetibles; él se quita mérito alegando que todo obedece a su cinefilia, cultivada desde su niñez en La Habana, de la que se despidió bailando con una noviecita rusa en aquellos nigth club donde quedaba atrapado el deseo, que es lo más subversivo del mundo.

Como subversiva ha sido la gesta cultural de un hombre que creó el Festival de Cine de Miami, con más pasión que dinero y la vitalidad de los conquistadores del fuego, persuadidos de que cuando la sala de cine se oscurece, empieza la magia; esa que lo ha perseguido por La Habana, México y Líbano; y lo ha llevado hasta el jazz latino, ese ritmo sazonado con los metales y la percusión cubanos, que libraron a la matriz de la melancolía sureña para descargar sabroso y no cuesta na’.

El béisbol quizá perdió a un pelotero de manigua; pero la cultura ganó a un promotor insoslayable, el gran Nat Chediak; a quien sus amigos Gabino Diego, Fernando Trueba y Pedro Almódovar evocan para FUENTES INFORMADAS.

El festival de Miami, un proyecto tuyo, catapultó el cine de Pedro Almodóvar en Estados Unidos, como ha reconocido el propio director manchego. También fue una plataforma para el nuevo cine español, el cine iraní y el cine internacional en general. ¿Cómo lo conseguiste, qué pasó para que ocurriera?

Todo lo que tú mencionas fue producto de mi cinefilia. El nuevo cine español estaba en su mejor momento cuando comencé el festival en 1984 y siempre pensé que Miami debía ser la puerta de entrada para esa cinematografía. Era imposible ver los primeros largometraje de Pedro (Almodóvar) y no darse cuenta que era una voz única en ese momento. Con el éxito le han salido imitadores pero hoy, 40 años más tarde, Pedro sigue siendo Pedro. El cine iraní parte de la necesidad y habilidad de contar historias simple y llanamente, sin tapujos. El iraní más trascendental resultó ser Abbas Kiarostami y el propio G. Cabrera Infante fue quien presentó por vez primera en Estados Unidos su obra magna, la Trilogía de Koker en el Festival de Miami. Debo señalar que esa primera década del festival coincidió también con el cine comprometido de Europa oriental que de alguna manera anticipaba la caída del Muro de Berlín. Como director del festival tenía que estar atento y tener los ojos abiertos.

¿Cuál fue el secreto para posicionar en poco tiempo el Festival de Cine de Miami y convertirlo en un evento de referencia internacional?

Primero vino la aceptación local. Desde su primera edición el festival se convirtió en el evento cultural de mayor relevancia en la ciudad. La preparación duró toda una década en la que yo trabajaba como hormiguita en la Cinematheque de Coral Gables cultivando un público que respondía al buen cine. Cabe mencionar que los cubanos exiliados siempre me apoyaron muchísimo. Y aquí cabe añadir que La Habana en los años 50 era una de las capitales del cine internacional con más salas de cine que París y New York. Poco a poco nuestros logros fueron cruzando fronteras. Como decíamos en béisbol, la bola pica y se extiende.

Dos de los “padrinos” del festival fueron Guillermo Cabrera Infante y Néstor Almendros. Cuéntanos de tu relación con ellos, que aportaron al festival y que aportaron a tu vida. Alguna anécdota. Tengo entendido que Néstor te tuvo entre los amigos a quienes llamó para despedirse previendo su muerte; y que la relación con Guillermito cambió.

Podría escribir un libro acerca de mi relación con ambos. Esas amistades se las debo a quien fuera crítico de cine de El Nuevo Herald en Miami, René Jordán; que en paz descanse, uno de mis padrinos y amigo de Néstor y Guillermo. Ellos fueron mis maestros. Cuando viajaba a Europa para seleccionar películas para el festival, me quedaba con Néstor en su apartamento. Después de ganar el Oscar cuando Néstor viajó a La Habana para visitar a su madre, me dejó una lista de personas a contactar si no regresaba a tiempo. Guillermo se enojó conmigo cuando estrené en el festival Buena Vista Social Club. Guillermo no había visto el documental, pero eran tiempos de gran tirantez política y yo había sido uno de los primeros padrinos de Wim Wenders en Estados Unidos. Guillermo estuvo distanciado dos años. pero volvimos a juntarnos en el 2003; un par de años antes de su defunción. De alguna manera mi actividad, primero en la Cinematheque de Coral Gables y luego en el festival fue una continuación de la cinefilia que impulsó la creación de a Cinemateca de La Habana, en los años 50.

¿Cómo surge la idea de fundar una Cinemateca en Miami? ¿Qué aportó al público de Miami y a ti como promotor cultural?

Estaba trabajando como editor en el Canal 6 de televisión en Miami al comienzo de los años 70. Era cinéfilo empedernido y no había punto fijo en la ciudad a dónde ir a ver buen cine. Al principio seguí con mi trabajo en la televisión de 9 de la mañana a 5 de la tarde y un par de horas más tarde tenía dos funciones en la Cinematheque, de lunes a viernes. Cuando conseguimos rentar el local los siete días de la semana pude concentrarme en la Cinematheque y el público se multiplicó. Todo esto comenzó en 1973. Diez años más tarde estaba convencido que contaba con un público heterodoxo y de todas latitudes como para atreverme a lanzar el festival.

¿Fue traumático tener que dejar el Festival de Cine de Miami, después de 18 años de verlo crecer?  ¿Qué queda actualmente de los cimientos de aquel festival? ¿Por qué no te llamaron por los 40 años de una de tus obras más perdurables, que se cumplen este 2023?

Cuando dejé el festival, en 2001, fue más bien un alivio. La ciudad de Miami estuvo en bancarrota al final de los años 90 y el Puerto de Miami encaró denuncias de corrupción. Entre ambas entidades perdimos 150,000 dólares, una cifra considerable para nosotros en el festival; que nunca tuvimos un apoyo masivo financiero. Nos asociamos a la Universidad Internacional de la Florida (FIU) y ellos tuvieron delirio de grandeza. Yo era un estorbo para sus ambiciones y decidí marcharme raudo y veloz. Lo que queda del festival que fundé y produje de 1984 a 2001 es solamente el nombre. Ahora está a cargo del Miami-Dade College (MDC) y evidentemente prefieren no cargar con el peso de mi legado que, en realidad, no les pertenece pues ellos mismos decidieron anularlo. En la historia del festival que publican en su sito del internet no figura mi nombre por ninguna parte. Es decir que, según ellos, el Miami Film Festival surgió de la nada, por ósmosis.

El jazz latino, los ritmos y las figuras cubanas, han estado en el centro de tu gestión cultural, en los últimos años, cuando te han premiado con tres Grammy. ¿Qué especial atractivo tiene la música para ti?

Mi padre; que en paz descanse, Natalio Chediak fue abogado especialista en derecho autoral y entre sus clientes en Cuba estuvo Ramón Sabat creador del sello Panart. Mi padre consiguió la creación del sello Panart — el primero en Cuba — al demandar a la RCA Víctor por monopolio. En Miami llevé a mi padre a visitar a Sabat y, al final de la visita, Sabat me regaló el Cuban Jam Session diciéndome que era el disco que más orgullo le daba. Al llegar a casa, lo escuché y me di cuenta que la música cubana era mucho más que rumba, maraca y boleros … Mi apego al jazz latino se lo debo también a mi amistad con el pintor cubano Arturo Rodríguez mediante el cual llegué a escuchar por vez primera a sus gestores. En 199,8 Arturo diseñó la portada de mi Diccionario de Jazz Latino (SGAE) que fue el primer libro dedicado a ese tema. Hasta la fecha tengo en la repisa tres Grammys (americanos) y tres Grammys latinos como productor.

¿Cómo viviste y que huellas dejó en ti la filmación del documental Calle 54?

Para mi Calle 54 es producto de mi amistad con Fernando Trueba. El quiso dedicarle al Jazz latino todo un documental rodado en 35 mm con seis cámaras Panavision y una Panaflex; en el estudio de grabación más grande de New York en esa fecha (2000) para captar la magia de la creación musical. Yo rodé en vídeo algunas de las entrevistas que anticipan a los números musicales. A continuación, grabé mi primer disco como productor, El Arte del Sabor, con Bebo, Cachao y Patato y Paquito D’ Rivera, de invitado especial; con el cual cual gané ambos Grammys, el americano y el latino, como productor. Tenía 50 años, en ese entonces y era la primera vez que pisaba un estudio de grabación.

Fernando Trueba es definitivamente parte de tu familia, y no solo por el cine y los proyectos musicales que han emprendido juntos. ¿Cómo se forjó esa amistad? ¿Tienen actualmente algún proyecto entre manos?

Conocí a Fernando en 1981 cuando estrené en Estados Unidos su primera película, Ópera Prima, incluso años antes que naciera el festival y justo dos semanas después que naciera su hijo Jonás, hoy también cineasta. Teníamos mucho en común, admiración por Cabrera Infante, Woody Allen y Leonard Cohen. Fue una amistad instantánea. Fernando no ha parado de rodar en estos últimos años y está a punto de estrenar dos películas: una al final del 2023 y otra a mediados del 2024. Ambas están ya terminadas y darán mucho que decir.  Para nosotros el sello Calle 54 siempre está vigente para cualquier proyecto que nos cautive. No me sorprendería que grabásemos o editemos algo en el 2024, como siempre, sin presión comercial y por amor a la música.

Tu provienes de una familia de abogados y médicos en Cuba, con raíces libanesas ¿Cómo nació tu inclinación por el cine y la música?

Tengo recuerdos de mi infancia en La Habana en ese sentido. Descubrir al pie del arbolito de Navidad un disco de 78 rpm de Elvis Presley. Recuerdo ir a ver Jailhouse Rock al cine Rodi, Around the World in 80 Days en Arte y Cinema La Rampa. Veía mucha televisión. Era fanático de El Llanero Solitario y Hopalong Cassidy, también de los vaqueros cantantes, como Roy Rogers y Gene Autry. A éste último lo vi en persona en un rodeo en Ciudad México. En la radio escuchaba las aventuras de Chan Li Po y Los Tres Villalobos. Conocí a Armando Couto (creador de los Villalobos y Tamakún el Vengador Errante) en Miami. En México al comienzo de los años 60 transmitían La Tremenda Corte constantemente. En La Habana acompañaba a mi hermana a las fiestecitas de quinceañeras donde se escuchaba la orquesta Aragón. Cuando me fui de Cuba, en 1960, estaba a punto de cumplir los 10 años.

¿Qué lugar le otorgas a Arsenio Rodríguez y Bebo Valdés en la música cubana y cómo fue tu relación personal con él segundo?

Ambos son referentes, glorias de Cuba. A Bebo lo conocí personalmente cuando lo traje en concierto a Miami el día que celebraba 36 años de haberse ido de Cuba. Lo reuní con un grupo estelar. Esa noche compartió escenario con Juanito Márquez, Paquito D´ Rivera, Cachao, Orestes Vilató entre otros tantos. El invitado especial fue Rolando Laserie; con quien Bebo había salido de Cuba jurando no regresar hasta que se terminara la dictadura. Ambos cumplieron. Bebo era espectacular como músico y como persona, dotado de una inmensa imaginación y creatividad musical, inagotable buen humor y amor a la vida. Su hijo Chucho se le parece muchísimo y tuvo la gran fortuna de vivir junto a su padre en Benalmádena los últimos años de Bebo.

Háblanos también de tu relación con Cachao.

Cachao fue amigo de la familia en Miami. Era un caudal de anécdotas comiquísimas de la edad de oro de la música cubana. No paraba de hacer chistes y hacernos reír a todos. Seguro de sí mismo y de su inmenso talento. Nunca lo ví enfrascado en ninguna discusión política ni musical. Querer a la música cubana es querer a Cachao.

Ya tengo 73 años cumplidos. No sé si llegaré a regresar a una Cuba libre y soberana. Nunca me ha apetecido regresar a la tierra dónde nací pidiendo permiso y sin poder transitar como me dé la gana. Mi Cuba es cultural, imperecedera y eterna. Y a esa Cuba nunca la he abandonado.

Tu familia ha estado en Cuba y un amigo me contó de una visita muy emocional a tu casa donde creo está actualmente la Embajada del Líbano. ¿Puedes contarnos qué sucedió?

Unos años antes de la pandemia mi esposa llevó a nuestra hija Leila a conocer la tierra de sus padres. El embajador de Líbano las invitó a almorzar a la embajada, que fue nuestra casa en La Habana. Además de abogado, mi padre fue también cónsul honorario del Líbano y cedió su casa al gobierno libanés cuando abandonó Cuba, en 1961. En ella quedaban recuerdos familiares dónde los había dejado mi padre, seguramente pensando recuperarlos en breve.

¿Cuáles son tus recuerdos más perdurables de La Habana?

Además de los recuerdos fílmicos y musicales. Fui fanático y pésimo jugador de béisbol, Almendarista hasta la médula. El shortstop Willie Miranda y el jardinero Carlos Paula — entre otros peloteros —  fueron también ídolos de mi niñez. Me fascinaban las motos. Mi amigo Gastón Brunsweig tenía una Zundapp Combinette plateada preciosa. Un vecino mayor, Roberto Castellanos, se paseaba por el reparto Biltmore (luego Siboney) en su flamante Lambretta blanca. De vez en cuando me daba un paseo por El Laguito y yo trinaba de felicidad. Finalmente cuando cumplí los cincuenta y tantos, tuve mi propia moto, que mi esposa me regaló, una Vespa de 250 cc, que recientemente tuve que regalar a un amigo cuando el médico me prohibió seguir montándola.

Cuéntanos de tu salida de Cuba y de tu inserción como estudiante en Líbano. ¿Qué te dejó esa experiencia?

Nadie que salió de Cuba al comienzo de los años 60 pensó que no regresaría jamás y nosotros tampoco. Estuvimos brevemente en Miami. Luego mi padre inició una gestión cultural con la inmigración libanesa vinculado como diplomático al Ministerio de Relaciones Exteriores de Líbano. Vivimos tres años en Ciudad México y otros tres en Beirut, dónde me gradué de secundaria en junio de 1967, durante La Guerra de los Seis Días. En vísperas de mi salida, me despedí de mi noviecita rusa bailando Guantanamera al son de una banda italiana en un night club subterráneo de ensueño (que ya no existe), Les Caves du Roy, con cabinas talladas de piedra y tapizadas en terciopelo.  Para un niño, viajar no tiene atracción turística alguna como forma de vida. Conoce y pierde amigos por donde quiera que pasa. En México y Líbano se cimentó mi pasión por la música. Podía cargar con ella a todas partes sin reparos. Y así fue.

Fernando Trueba habla de su amigo Nat

Natalio es un gran amigo, desde que nos conocimos en el 81, creo, mantenemos una conversación continua sobre la vida y sobre todo, pero muy especialmente sobre el cine y la música. El me enredó en el jazz hecho por latinos, al regalarme “Blowin” el primer disco americano de Paquito D’ Rivera y eso, creo, cambio mi vida. Yo le obligué “casi a la fuerza” a escribir el “Diccionario del Jazz Latino”, en fin… Pero también hemos producido música juntos, me ha acompañado en algunas películas, pero lo más importante es que hemos sido amigos y compartido amores como Cabrera Infante y Néstor Almendros, Truffaut y Leonard Cohen, Bebo Valdés y Cary Grant, y tantos y tantos. Hemos compartido el sentido del humor, reírnos de todo, bueno da casi todo, porque algunas cosas no tienen puta la gracia. Nat es inteligente, divertido, minucioso, estudioso… Un gran tipo, un gran amigo. Después de hacerlo rompieron el molde, o quizá mejor, como decía Robert Bencley ¡“lo rompieron antes”!

Elogio de Almodóvar

Elogio de Almodóvar

Gabino Diego evoca a Chediak

A Natalio lo conocí por Fernando Trueba; cuando fuimos a Estados Unidos con Belle Epoque, que la presentó Andy García. Aunque ya conocía que era el director del Festival de Cine de Miami y lo que había hecho por el cine español. Gracias a Natalio viví una noche maravillosa en la que tocaron Paquito D’ Rivera, Chico O’ Farrill, uno de los grandes y Guillermo Cabrera Infante, como espectador.

Chediak sabe mucho de música y de cine y ha sido una persona importantísima en la cultura por su visión amplia. Recuerdo cuando nos presentó a Jorge Sanz y a mi a los cómicos chicanos Chick Marín y Chon; muy populares entre los jóvenes estadounidenses y latinos. Jorge y yo fuimos con Los peores años de nuestra vida.

Como Natalio conocía mis raíces cubanas, de hecho su mujer está emparentada con mi familia, en el festival me presentaba como ‘a great spanish cuban actor‘.

A Natalio, a Trueba y a Almodóvar le debemos mucho por su labor de promoción de la música cubana; Chediak y Fernando por su apoyo al jazz latino y Pedro por su promoción de La Lupe.

CARLOS CABRERA PÉREZ

16 Comments

  1. Magnífico reportaje! Espero y deseo que lo lean los cubanos en todas partes, pero sobre todo quienes viven dentro de Cuba, para que tengan una idea clara de la magnitud del ejercicio de la cultura llevado a cabo por cubanos en la diáspora.

  2. Muy necesaria entrevista del periodista Carlos Cabrera al productor Nat Chediak, figura imprescindible de la cultura y el exilio cubano. Mucho tenemos que agradecerle a su pasión por el jazz latino y el cine, pues ha sido el responsable de festivales de cine y conciertos memorables. Punto y aparte Calle 54, esa joya de documental.

  3. Realmente es una entrevista de obligada lectura para acercarnos un poco a la vida de un gran personaje que es un gran desconocido para muchos compatriotas, una vida dedicada al cine y la música.

  4. Más que entrevista es un acto de justicia a quien siendo fundador y guía se le haya preterido por partida doble, en su país de origen y luego donde gestó el Miami Film Festival.
    Una referencia necesaria y oportuna contra la desmemoria cultural. España también le debe el elogio que sigue faltando.
    Espero que a partir de ahora para, sobre todo, los jóvenes, Nat Chediak no sea un nombre desconocido. Enhorabuena por esta oportunidad.

  5. Carlos, como siempre, agradecida por tus certeras y contundentes reseñas. Válido para la memoria de nuestro acervo cultural. Porque seres como Natalio merecen todo el reconocimiento y mucho mas, por su entrega y consecuencia para con nuestras raíces. GRACIASSS a los dos. Insisto en el libro que nos debes. Abrazos.

  6. Excelente y maravilloso trabajo.
    Nat merece un libro, lo conocí por Leon Ichaso y desde aquella admiración, respeto y amistad a ocupado en mi un lugar especial.
    Gracias Nat por dejarnos un festival de cine. Y tantas cosas a la cultura Cubana que ya son otro Festival.

  7. Excelente entrevista, excelente trabajo. Gracias, Carlos! Muy importante recordar y enfocar todo lo bueno y grande que ha aportado mi querido amigo Nat Chediak a nuestra cultura, y a la cultura mundial.

Responder

Your email address will not be published.

No olvides...

Un desfile en la Puerta de Alcalá da el pistoletazo de salida a la Semana de la Moda de Madrid

El Ayuntamiento recomienda a la ciudadanía utilizar el transporte público

Guadix se alista para recibir a miles de personas para celebrar el Cascamorras

El pasado año más de 35.000 personas disfrutaron de una carrera multitudinaria entre locales y visitantes

Más de 20 agrupaciones desfilarán este sábado en el Paseo Marítimo de Cádiz

La chirigota infantil 'Tochiko Mikay' actuará en García Agulló

Todo a punto para que comience la Feria de Albacete, declarada de Interés Turístico Internacional

El Ayuntamiento llevará a cabo una campaña de prevención del consumo de alcohol durante el evento