A alguien estos días le he oído decir que la realidad es imposible. Posiblemente sea una frase monacal y necesaria para enmascarar el sufrimiento. Porque nuestra realidad es de cruces y de clavos que van horadando poco a poco la carne de la verdad.
O fue terrorismo o no lo fue. O la Constitución deja claro que la unidad de España es indisoluble o genera dudas. O tenemos tres millones de parados o quién es en Europa el envidioso que nos calumnia. O la amnistía es una bondad hasta ahora escondida o un intercambio vil que evita la caída de un Gobierno. O las leyes se aplican honorablemente, sean los jueces progresistas o conservadores o esto es la lotería sobre una desvergüenza. ¿Qué diferencia hay entre los beneficios que consiguió el yerno del rey a los que consigue la esposa del presidente?…
De nuevo hay que acudir al inefable don Antonio Machado que, en uno de sus proverbios y cantares, afirma: “Confiemos en que no sea verdad nada de lo que pensamos”. Ni de lo que vemos ya que, según lo que escuché, la realidad es imposible. Y que nadie venga luego diciendo: “esto yo lo puedo explicar”, porque sencillamente es inexplicable.