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Morirse de la mano

Dries Van AGT

pedrouve

Un ex primer ministro holandés, con más de noventa años, ha decidido con su esposa darse la mano y convenir la hora de su muerte, como el que programa una lavadora. Aunque sean muy respetables, duelen tales actitudes, ya que pregonan equivocadamente al mundo que somos dueños de nuestra vida y no administradores de tan algo regalo.

Como siempre, Chesterton tenía razón: ”Cuando se deja de creer en Dios se comienza a creer en cualquier cosa”. A la célebre frase del novelista yo me atrevo a añadir que quien ha dejado de creer en Dios, antes dejó de creer en el ser humano al rebajarlo a cosa que se termina como un animal de compañía, como un árbol o como una tormenta de verano.

Si acabáramos aquí del todo, nuestra dignidad estaría por los suelos y la energía de la inteligencia (que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma), apenas sería más importante que un paragüas abierto bajo la lluvia. No, señor exministro, el amor humano viene del amor divino. Y éste no puede ser una ceniza que el viento distribuye en el olvido de la memoria.

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