El cardenal de Brasil Paulo Evaristo Arns, arzobispo entonces de San Pablo, llegó en su escarabajo azul a hablarnos entrañablemente sobre la espiritualidad en las fábricas. Vestía un jersey negro por el que asomaban los cuellos blancos de su camisa. Sobre el pecho, una cruz de plata que jugaba a columpiarse según la intensidad de las palabras.
Concluyó diciéndonos: “Hablan de los misterios de la Iglesia, de sus dogmas, pero yo no comprendo por qué aquí se fabrican los mismos coches que en Alemania y allí cobran los trabajadores el doble de lo que aquí reciben. Yo no me lo explico”.
-Yo tampoco, cardenal, yo tampoco.