No podíamos esperar nada de las instituciones catalanas en manos de los independentistas y el PSOE tendrá que dar explicaciones por el bochorno de un espectáculo lamentable
Después del inmenso ridículo que hemos hecho por la charanga de Puchi con su aparición y desaparición en un visto y no visto, tengo derecho a hacerme preguntas como se las hacen miles de españoles. Mil y una preguntas, y como periodista tengo derecho a respuestas y verdades, aunque me temo que viniendo de un Gobierno del PSOE en manos de Pecho Sánchez sólo llegarán mentiras y acusaciones de bulos y fango.
¿De verdad podíamos confiar en los Mossos para defender los intereses españoles? ¿Se nos ha olvidado ya el papel de la policía catalana durante el golpe de estado de Puigdmont y los suyos en 2017? ¿Nadie sospechó por un momento que dejarían que el prófugo independentista se riese de todos y se mease en nuestra cara? ¿Estábamos seguros de que los Mossos iban a detener a Puigdemont cuando pisara territorio español? ¿Podíamos confiar en las autoridades y partidos secesionistas de que iban a apoyar y hacer cumplir la ley y con ella la orden de un juez español y de una institución como el Tribunal Supremo? ¿Por qué a estas alturas no ha sido interrogado ya el abogado de Puchi, señor Boye, que ha sido el cerebro de la tocata y fuga, otra vez, del expresidente? Y entre todas una que me escuece todavía más: ¿por qué no se ha permitido participar en el operativo para detener el prófugo a la Policía Nacional y Guardia Civil por parte del Ministerio del Interior, que por orden del ministro Marlaska, su titular, ordenó que solo actuasen los Mossos? ¿Por qué durante todo el día nadie del Gobierno de Pedro Sánchez dijo ni una palabra sobre lo sucedido? ¿Por qué ni Pedro Sánchez ni los ministros de Interior y Justicia, Bolaños y Marlarka, respectivamente, han exigido responsabilidades a los autores del esperpento en Cataluña?
¿Por qué…? ¿Por qué…? ¿Por qué…?
¿Por qué…? ¿Por qué…? ¿Por qué…? Los lectores se hacen, como yo infinitas preguntas y las respuestas las tenemos como punzadas en la dignidad de españoles, hartos de aguantar tanta mierda política y a tantos miserables al frente de instituciones que abusan de ellas y pisotean los intereses ciudadanos. No es justo que un país tan extraordinario como éste, construido con el esfuerzo y las renuncias de muchos que supieron ver más allá de sus ombligos y bolsillos, haya acabado en manos de traperos, delincuentes y mamarrachos que esnifan poder para complacer sus egos, y para ello no dudan en sacar el dinero de donde sea para comprarlo, aunque sea dividiendo y rompiendo la solidaridad interterritorial.
Están convirtiendo un país de derechos en un mercadillo de privilegios y están poniendo en peligro conquistas sociales de accesos en igualdad a servicios públicos por permitir el chantaje de independentistas que se han declarado abiertamente enemigos del resto.
El espectáculo de este jueves no tenía que haber ocurrido nunca y el Gobierno, no el catalán porque eso es impensable, tenía que haberlo evitado. El Gobierno de Pedro Sánchez debía haber procurado los medios para hacer cumplir la orden de un juez del Tribunal Supremo, y demostrar al mundo que somos un país serio en el que se cumplen las leyes porque no está en manos de un Ejecutivo títere que maneja un payaso que no ha regresado para hacernos reír sino a reírse de todos. Claro que para eso tendríamos que tener un Gobierno íntegro y honesto que no esté sometido a la voluntad de nadie para pagar deudas de poder.
Oda al despropósito y al escarnio
Lo que ha ocurrido este jueves en Barcelona es una oda al despropósito y al escarnio y alguien tendrá que decir algo y dar explicaciones, incluso asumir responsabilidades más allá de la simbólica detención de dos mossos por ayudar a escapar a Puchi. Uno de ellos ha solicitado el ‘habeas corpus’, un derecho previsto para aquellos detenidos que consideran que su arresto se ha producido de forma injusta y solicitan comparecer de forma inmediata ante un juez para que se resuelva su situación legal. Al fin y al cabo, ¡que otra cosa podía hacer el pobre policía catalán que ayudar a un prófugo a huir y desobedecer a un juez!
No somos una sociedad bananera. Tenemos un potente servicio de inteligencia y equipos policiales muy cualificados que de haber podido habrían hecho las cosas como corresponde, pero no se les ha permitido y se ha ‘confiado’ en la mano que mece la cuna.
¡Qué bochorno y qué vergüenza, joder!