La Ciudad de México estrenó este fin de semana su Ofrenda Monumental de Día de Muertos en el Zócalo. La instalación conmemora los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán. Miles de personas se acercaron a la explanada para admirar la riqueza de colores, aromas y tradiciones que caracterizan esta celebración.
Durante la inauguración, la jefa de Gobierno capitalino, Clara Brugada Molina, recordó la importancia de esta ofrenda. “Nos invita a mirar a nuestros orígenes, a esa gran raíz que nos dio vida y nos sostiene”, expresó frente al público. Señaló que esta tradición, reconocida por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, es un homenaje a los antepasados y, sobre todo, a los pueblos indígenas.
La ofrenda incluye elementos típicos de la festividad: flores de cempasúchil, altares decorados, calaveras de azúcar y fotografías de quienes han partido. Cada detalle está pensado para que los visitantes se conecten con la historia de la ciudad y con la memoria de sus ancestros. La atmósfera combina solemnidad y alegría, reflejando el espíritu del Día de Muertos, según publica El Heraldo de México.
Además de la monumental del Zócalo, el gobierno de la Ciudad de México colocó otras seis mega ofrendas en diferentes puntos de la capital. La idea, explicó Brugada Molina, es descentralizar la cultura y acercarla a todos los barrios. Así, más personas pueden participar y conocer esta tradición sin tener que desplazarse hasta el centro histórico.
Las otras ofrendas se distribuyen estratégicamente para que cada zona tenga un espacio donde rendir homenaje a sus seres queridos. Esta iniciativa busca que la cultura capitalina llegue a distintos públicos y se viva de manera más cercana. Para muchos visitantes, estas ofrendas se han convertido en una oportunidad de aprendizaje y de encuentro con la historia de la ciudad.
Con esta celebración, el Zócalo se llena de vida y colores, recordando que el Día de Muertos es más que una festividad. Es un vínculo entre generaciones, una manera de mantener vivas las raíces y de celebrar la memoria colectiva. Para quienes la visitan, la experiencia va más allá de lo visual: es un viaje al pasado que nos conecta con lo más profundo de nuestra identidad mexicana.