Los patricios romanos solían medir su prestigio según el escanciador de sus vinos en las tertulias domésticas o políticas.
Al principio de ellas, para calentar los entusiasmos, el vino de las copas llevaba poco agua; más tarde, cuando se deseaba mantener la euforia conseguida sin que asomaran las locuras, las copas llevaban más agua que vino.
…Las protestas o los conformismos en la España de hoy dependen de las aguas y de los vinos. Cuando en el pueblo hay un cierto acostumbramiento a las noticias del Gobierno, que asegura en sus dislates garantías constitucionales, el vino está menos aguado. Ante el descubrimiento de las mentiras, el secreto a voces de las injusticias o la autocracia descarada que lleva a la zozobra correspondiente, la copa que se nos ofrece lleva más agua.
Y así un día y otro, de a poquito, los medios de comunicación afines y el resto de los amaestrados, dejan en los paladares copas con el líquido que les van indicando… hasta que un día se les vaya la mano y acabemos todos exaltados y desnudos en la misma borrachera.
pedrouve