El misterio de la vida y la muerte se encuentra envuelto en sentimientos contradictorios
Pasan los siglos y con ellos la lentitud de lo que somos, los temas permanentes, el alma y sus paisajes de siempre: vida, muerte, amor y duda, gozo y tristeza de mirar el reloj y no saber cuándo se nos clavarán las agujas.
El tiempo, ese dolor que rueda con los años, nos devuelve hoy en Pentecostés la luz de Dios que señala el camino y el fuego que quema las hojas inservibles del otoño.
Casi siempre estamos, como la tarde, a oscuras; temblando, como la tarde, sin saber si a la noche saldrán por fin las estrellas. Con miedo hemos vivido, porque se agrupan las ausencias e incluso nos duelen las presencias que nunca tuvimos… Dios ilumina hoy la soledad de los ojos cerrados y prende fuego al vacío de las ignorancias.