Cuarenta y cinco años después de su muerte, los restos de Josef Mengele, uno de los criminales más notorios del nazismo, permanecen almacenados en una caja de plástico en el Instituto Médico Legal de São Paulo. Conocido como el Ángel de la Muerte de Auschwitz, Mengele murió ahogado en una playa brasileña en 1979, tras vivir oculto durante casi dos décadas.
En vísperas del 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, la Secretaría de Seguridad de São Paulo confirmó que la osamenta del médico nazi está guardada “en una estantería reservada”, clasificada pieza por pieza y numerada con precisión.
“No fue reclamada por familiares”, señaló la Policía Técnico-Científica de São Paulo. Por esa razón, los restos continúan bajo custodia oficial. “Se trata de un cadáver que no fue reclamado”, insistieron las autoridades, y agregaron que la legislación vigente impide su disposición final.
Durante su paso por el campo de concentración de Birkenau, Mengele realizó experimentos humanos de extrema crueldad. “Cometió muchísimas atrocidades y en ningún momento fue un tema para él”, afirmó Betina Anton, autora del libro Baviera tropical, reconocido con el Premio Jabuti 2024.
La periodista reveló que, mientras vivía en Brasil, Mengele mantenía una vida aparentemente normal. “Valoraba las amistades, tener una buena conversación e intercambiar ideas, pero al mismo tiempo no hablaba nada de Auschwitz”. Allí realizó prácticas inhumanas con gemelos, recolectó fetos y ordenó ejecuciones. Entre sus víctimas estuvo Ruth Elias, a quien obligaron a dejar morir de hambre a su hija: “Su objetivo era saber cuánto resistiría un bebé sin leche”, recordó Anton.
Después de huir de Europa por Génova en 1949, Mengele se refugió primero en la Argentina de Perón, luego en Paraguay y finalmente en Brasil, donde vivió con identidades falsas como Helmut Gregor o Wolfgang Gerhard. “Esa historia siempre estuvo en mi cabeza”, relató Anton, al descubrir que una antigua maestra suya había protegido al criminal. En Brasil, Mengele vivió discretamente, administrando propiedades rurales.
Su muerte no fue confirmada oficialmente hasta seis años después, cuando una carta enviada a un líder neonazi condujo a su exhumación en Embu das Artes, un episodio que atrajo la atención global. “La comunidad judía no tiene ningún interés en remover el asunto”, declaró Ricardo Berkiensztat, presidente ejecutivo de la Federación Israelí del Estado de São Paulo. “Cuanto más se olvide este tema, creo que es mejor, para no crear un lugar de idolatría”.
A pesar de que la identidad de los restos fue confirmada con un “99.997%” de certeza mediante un análisis forense internacional, su destino sigue sin resolverse. La caja que contiene sus huesos continúa acumulando polvo en un almacén oficial, como una huella pendiente de uno de los capítulos más siniestros del siglo XX.
*Información de Diario de Yucatán.