Dejamos de ser cuando nada nos hiere o conmueve. El visionado habitual de imágenes anestesia el pensamiento y nada lo incomoda. No se convierte en cotidiano lo que debería ser excepcional, ni considerar que la indiferencia es la propia virtud de la sociedad que evoluciona. El horror de los sucesos que sufren otros no deberían ser extraños.
Tampoco es necesario que nos coloquemos en el lugar del otro, es muy difícil ocupar un lugar que en principio no nos corresponde, pero si entender que existen muchas otras realidades que no son tan ajenas.
La decisión de uno compromete a muchos, y aún peor, obtienen lo que persiguen. Sus ideas y locuras ocupan todo el espacio que solo a ellos concierne, y creemos que también sus intereses son los nuestros.
Las promesas siempre falsas y sus expectativas nunca cumplidas, y además poco les importa. Los profetas con voz quebrada se asemejan a un sol sin ocaso.
La falsa realidad amplificada por los medios y los que detentan el poder, y los expulsados y desterrados sin posibilidad de regreso ya que nadie queda para recibirles. Si el camino es el apropiado deberíamos todos recalar en el mismo sitio.
Otras realidades no tan lejanas.. Hay que buscar las distintas perspectivas de todo.
La falsa realidad amplificada. Este es el mal de la sociedad.
Difícil no es imposible . Es cuestión de salir del egocentrismo y conectar.
Se puede ocupar un lugar que no nos corresponde cuando se posee el (mal llamado) don de la «humanidad». Gracias a que aún queda gente que sí sabe posicionarse y entrar y salir de la piel de otros cuerpos, es que existen samaritanos y personas con vocación social: médic@s, enfermer@s, maestr@s… Esa misma gente a la que se homenajeaba en pandemia y han quedado en eso… El triste eco de un apluso.
El artículo del señor Camacho es ocurrente y tiene interés, es otra perspectiva del mundo