El mundo es el mismo ayer que hoy con variaciones de sueño o de palmeras. Cuando creen no ser vistos, salen de su escondite los vicios de dentro y atropellan inviernos o ciudades con la misma ruina que produce un puente que se cae.
Porque se caen los puentes de la libertad cuando se sale a la calle y te enfilan las cámaras violadoras de intimidades. Entras a un bar, allí la cámara sabe qué tiempo estas dentro y si es café o ginebra lo que pides a un camarero que es vigilado y que vigila. Vas a un cine y la cámara se queda con la figura del que te acompaña y qué preferencia tienes en tus apetitos, según la película que hayas elegido…
Son hoy una tristeza las calles y los sitios que impiden la espontánea rebeldía de un beso. En cualquier momento te retratan el alma, que es la única libertad que ya nos queda.
Según el que mira, tras una cámara de seguridad, todos podemos parecer culpables.