Concha Sastre
Si estamos en campaña electoral, seguimos con una guerra inmunda y somos víctimas de las múltiples desgracias que provoca el ser humano, y les digo que hemos descubierto a los dos personajes más malos de España seguro que se le vienen a cabeza una docena de nombres, o más, de candidatos, mandatarios y desperdicios sociales que se empeñan en hacernos la vida más difícil.
Pero no, esta vez los dos malos malísimos son Asraf -novio de Isabel P., hija de Isabel Pantoja– y Yaiza, la novia, por ahora de Ginés, que se hizo popular como ‘rey de los bocadillos’ tras un vídeo en redes sociales en el que mostraba cómo se hacían superbocatas con mucho aceite para que ’empape’.
Es probable que no le descubra nada a los lectores si les hablo de un programa en televisión en el que se exploran los límites de las personas y se les lleva a situaciones extremas en las que acaban por perder la olla. Se trata de Supervivientes, otro reality de Mediaset en el que primero se escoge a un grupo de participantes por sus muchos méritos profesionales, y después se les deja a las ‘buenas de Dios’ -pero controlados- en una isla remota en la que muchas veces dependerán de lo que sean capaces de pescar, de algún coco que otro y almendras para sobrevivir.
Si en el casting se selecciona al ‘tiktoker’; a una mujer que ha dado saltos en la vida y casi ninguno en llano; a jóvenes sin oficio ni beneficio, a hijos de mujeres que han sido a su vez la mujer de; a alguna joven de buen ver que se ha convertido en ‘influencer’; un muchacho enlazado por lo familiar con Pocholo Martínez- Bordiu (sí, el de la mochila, y hasta ahí puedo leer), a otro que es el novio de la hija adoptada de Isabel Pantoja, o a una señora que fue la esposa del boxeador Pedro Carrasco… y así hasta casi una veintena de personajes entrañables, lo normal es que un día sí y otro también salten chispas y se líen broncas de ‘aquí no te menees’ y de eso se trata.
Si además a estos muchachos se les hace pasar más hambre que a Carpanta, también es lógico que lloren por un fideo y ‘maten’ a insultos por un cazo de arroz y un cangrejo playero. En esta edición, en parte por los propios participantes, en parte por los tertulianos de Sálvame y en parte también por el público, han creado dos malos malísimos a los que se intenta mostrar como estrategas, lloricas, aprovechados, malas personas, insolidarios, buscabocas y, sobre todo como pobres, al menos en el caso de Yaiza.
A Asraf le hacen la vida imposible con broncas diarias haga lo que haga. Lo atacan por si calla como por si habla y, claro, es normal, que el chico acaba entre lágrimas que los concursantes se atreven a decir que son de ‘cocodrilo’, esa metáfora con la que se refiere a hipócrita que finge dolor o tristeza.
No sé si de cocodrilo o no, pero siento empatía por Asraf, sí. No creo que sea tan malo como lo pintan y tampoco es agradable ver la soledad de alguien a quien ningunean la mayoría de los participantes, que le ‘escupen’ con el silencio y la soledad y le reprochan hasta que les haga el desayuno.
El otro caso es el de Yaiza, convertida por Sálvame en un trapo del que han investigado hasta los empastes. No digo que la mujer no tenga sus cosas, pero pienso que si se puede acusar a Yaiza de algo es que la vida le ha dado limones y ella ha hecho limonada. Sí, ha salido de una familia humilde en la que nunca encontró acomodo por su rebeldía, acabó naufragando en todas las playas y tras su polémico paso y expulsión por agresividad de Supervivientes, Yaiza se ha traído de la isla el amor de Ginés y, decían que hasta un embarazo porque el de Jaén ha ’empapado’ y sembrado bien, aunque parece que no, que de embarazo no, por ahora.
En Sálvame y en otros realities que son una fábrica de juguetes humanos que luego trituran y exprimen sin piedad, nos han mostrado una vieja caravana abandonada en la que tuvo que vivir esa mujer, un edificio sin acabar en el que se refugió cuando no tenía dónde ir, un currículo sin nada que defender y hasta una colección de parejas y relaciones que se ceban con ella con acusaciones que no me quedan muy claras de qué.
Si el ensañamiento es por haberlas tenido -las relaciones varias- podía hacerlo porque ni estaba comprometida (que eso tampoco es un problema) ni tenía que dar cuenta a nadie, salvo que pensemos que la mujer que se acuesta con hombres es una desvergonzada y que los hombres son unos machos.
Siento asco de que se lleve a una mujer al extremo de la ignominia y la humillación, aunque ella se deje por necesidad extrema. Ha sido pobre, sí. Y le gustan los hombres, sí. ¿Y qué? A ella le sobran gritos y le pierden las formas en las que se defiende. No es una santa que acabe en los altares por sus modos y maneras, al contrario, da la impresión de ser una fiera acorralada sin nada que perder y en la televisión basura se aprovechan de ello y, de alguna forma, ella también lo intenta.
Todo sea por el espectáculo, deben pensar en el circo de los platós, pero creo que no todo vale. Coger juguetes rotos y destrozarlos hasta astillarlos no es el camino del espectáculo, así que tanta gloria lleve como paz deja un programa que ha tenido sus aportaciones novedosas a la televisión pero que, en la mayoría de sus contenidos se ha movido en el escarnio de propios y extraños, de los propios personajillos que ha fabricado, y de los extraños que, como la cantante Isabel Pantoja, ha sido diana permanente.
Así que hemos fabricado a los dos personajes más malos de España y yo estoy con ellos. Me pierde mi inclinación contra la debilidad y mi rebeldía contra la estolidez de concursantes y público o la crueldad de ese mundillo de ‘opinadores’ nacidos de la nada más absoluta.
Asraf ha acabado por ganarse el favor del público, que lo salva una y otra vez cuando sus colegas intentan echarlo de la isla, pero sigue ‘apestado’ por parte de sus compañeros de concurso. Y Yaiza se ha quedado perdida en la selva del grito y de la risa burlona de los malvados que tantas vergüenzas tendrán por callar.