Los jinetes del apocalipsis

10 de julio de 2025
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Explosión. | Fuente: Canva.
Los cuatro jinetes se hacen presentes a nivel global y local: guerras en distintas regiones; hambre persistente en Latinoamérica y África; la peste llamada covid-19 que nos mantuvo confinados por largos meses, y la muerte cotidiana que se vive en países golpeados por el narcotráfico y la delincuencia organizada

SANTIAGO GARCÍA ÁLVAREZ

El mundo actual parece cabalgar al ritmo de tambores apocalípticos. Basta ver los titulares para observar sombras que amenazan nuestras seguridades: conflictos bélicos, tensiones geopolíticas, polarización creciente. Uno de los principales “jinetes” parece ser Donald Trump, cuya presencia en la Casa Blanca ha generado incertidumbres continuas, replanteando constantemente las bases del comercio, las alianzas, las reglas de operación y la diplomacia.

Estos jinetes también adquieren rostros en la realidad mexicana. El narcotráfico sigue cobrando vidas y corrompiendo instituciones; la seguridad pública se mantiene como una preocupación apremiante; la relación con Estados Unidos y la reciente intervención de los bancos se suman a estos desafíos. Son problemas complejos, arraigados, que requieren atención constante y soluciones profundas. No es infrecuente ver calles abarrotadas por personas que claman por paz, justicia y estabilidad.

Los cuatro jinetes se hacen presentes a nivel global y local: guerras en distintas regiones; hambre persistente en Latinoamérica y África; la peste llamada covid-19, que nos mantuvo confinados por largos meses, y la muerte cotidiana que se vive en países golpeados por el narcotráfico y la delincuencia organizada.

George Bernard Shaw decía con ironía que “aprendemos de la experiencia que los hombres nunca aprenden nada de la experiencia”. Y eso sucede con la historia: aunque la conocemos en términos generales, rara vez anticipamos o aplicamos soluciones eficaces ya probadas en otras épocas.

La historia de la humanidad no ha estado exenta de grandes tensiones y dificultades. Recordemos las persecuciones en la época romana, la esclavitud, los brutales juegos en los circos o la cruel práctica de eliminar legalmente a los niños nacidos con deformaciones. Entre los siglos IV y VI, con la caída del Imperio Romano de Occidente, hubo invasiones bárbaras, saqueos, hambrunas, epidemias (como la peste de Justiniano) y el colapso de estructuras sociales y políticas.

El siglo XIV presenció la Gran Hambruna, la Peste Negra y la Guerra de los Cien Años, ocasionando una catástrofe demográfica sin precedentes. Posteriormente, llegarían epidemias como la viruela y el sarampión, conquistas, independencias y reconfiguraciones continentales. El siglo XX vivió dos guerras mundiales, la gripe española y múltiples guerras civiles.

La historia nos ayuda a entender causas y conexiones. Los jinetes rara vez actúan aislados, forman círculos viciosos que arrastran a las sociedades hacia abajo de manera articulada. En México, pobreza, falta de educación, narcotráfico, inseguridad y corrupción no son eventos independientes, sino profundamente interconectados.

Al mismo tiempo, la historia también nos muestra la capacidad resiliente del ser humano: los liderazgos emergentes en tiempos difíciles, la ductilidad social para admitir configuraciones distintas, la bondad que prevalece en la mayoría de las personas y la adaptación al cambio de comunidades enteras.

Por otra parte, la historia nos permite entender que no necesariamente lo actual es lo peor; ha habido épocas más difíciles. Por eso, la lectura de la realidad debe ser profunda, matizada, sin simplificaciones ni trivializaciones.

Con franqueza, no pienso que estemos en la peor época de la historia ni que nuestro país atraviese la situación más terrible jamás vista. Tampoco creo que san Juan pensara específicamente en el México de 2025 cuando describía sus visiones apocalípticas, especialmente considerando las catástrofes históricas de dimensiones mayores.

Lo que sí creo es que los jinetes, grandes o pequeños, están conectados. Que diagnosticarlos adecuadamente, en sí mismos y en sus interacciones, es clave para hallar soluciones. Que necesitamos liderazgos valientes e inteligentes, capaces de atacar los problemas raíz sin devastar lo bueno del ecosistema. Que es mejor ser activos que pasivos. Que la educación es fundamental en este tejido. Y que la historia también está llena de relatos de resiliencia, creatividad, superación y esperanza, abriendo horizontes para quienes sepan tener una lectura amplia y ofreciendo campos de acción concretos para los tomadores de decisiones.

*Por su interés reproducimos este artículo de Santiago García Álvarez publicado en Excelsior.

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