Nada más asomarse a los cementerios para comprobar que está lleno de los que se creían imprescindibles. En los textos escritos sobre las lápidas, leemos consignas o abreviaturas que no se corresponden con el “nunca te olvidarán” que tan prontamente se olvida, porque no dan las espaldas de hoy para el peso de la doliente memoria.
Los que estaban alrededor del moribundo aseguran que las últimas palabras de Napoleón fueron: Francia, el ejército, Josefina… La experiencia nos señala que al final de la vida se tiene más presente aquello que se hizo mal y a las personas que lo sufrieron. Napoleón llenó a Francia de sobresaltos; al ejército, de muertos y fracasos revestidos de fugaces victorias. Y a Josefina, la cubrió de amores, de joyas y desprecios.
Cuando Calígula pidió explicaciones a Quereas de por qué había de morir. El patricio le respondió: “Eres un estorbo y es preciso que desaparezcas”… Las muertes políticas dejan menos sangre que las apuñaladas. Pero alguien tendrá que decir a quien se cree y actúa como imprescindible: “Es preciso que desaparezcas”.