Los cuatro jinetes del Apoxcalipsis van a caballo y los colores de los caballos que montan son muy significativos.
El blanco: representa la conquista o la victoria.
El rojo: la guerra y el derramamiento de sangre.
El negro: el jinete lleva una balanza que simboliza el hambre y la escasez
la oscuridad, la tristeza y la miseria.
El pálido: el jinete, es la muerte, causando pestilencia, descomposición, terror por la enfermedad y la muerte que conduce al fin de los tiempos.
Son figuras meramente simbólicas y anuncian el juicio final. Se suelen emplear como anuncio de desgracias varias.
La historia que les cuento no fue simbólica, es muy real. Es la historia de la gran conquista en la vida de cuatro amigos de juegas y vicios varios, que se unieron para hacerse con el poder de todo un país, con la fija idea de la destrucción de las instituciones, el enriquecimiento rápido, reescribir la historia y convertir lo negro en blanco haciendo vencedores a vencidos etc…
Se atrevieron a todo, y valiéndose de sus adoradores, su gran puesta en escena fue atreverse a sacar de su tumba al anterior jefe del Estado y así demostrar a todo el país que los cuatro no temían a nadie ni a nada, actuando a su libre albedrío recibiendo el besamanos de sus acólitos o compañeros de secta.
El rey de reyes se creció de tal manera que pretendió dar sombra
a quien brillaba segun la Constitución; incluso en saludos protocolarios, se saltaba el protocolo solo por dar la nota. Recibía con las manos en los bolsillos, sonreía cínicamente…
Un tipo para el desecho por sus faltas garrafales en nobleza, dignidad y ausencia de respeto a todas las instituciones.
Los cuatro compadres, recorrieron el país en aquel coche utilitario que lo hicieron tan famoso, como ellos mismos, y llegaron a ser portada en todos los medios del mundo, y no precisamente por su belleza y buen hacer, sino por el desprecio a la unión de su país rompiendo la unidad.
No trasportaban un ataud, como Doña Juana, el coche no tenía baca (portaequipajes) pero se veía de vez en cuando una sombra demasiado siniestra sobre el coche que les acompañó durante su viaje, a pesar de una puesta en escena digna del más puro estilo de Pantaleón y las Visitadoras.
Sus juergas en el recorrido no cesaban sin privarse de nada, además de consumir esa carne tan fotografiada, a la que eran muy adictos, unos con más voracidad que otros, que todo hay que decirlo.
Como Juana I de Castilla (la Loca) hija de los Reyes Católicos que recorrió las llanuras de Castilla con el cadáver de su marido Felipe el Hermoso y que duró varios meses, dando la razón fehacientemente a sus cortesanos de que su mente estaba enferma.
Estos cuatro, también con sus mentes enfermas de ambición y poder, recorrieron los pueblos de la piel de toro y lo hicieron en coche y muy visible, por cierto. Les interesaba mucho mostrarse así ante el pueblo llano. Las gentes de esos lugares aún recuerdan las juergas que se corrieron en cada parada que hicieron.
Ellos, tan valientes y ‘hermosos’, crearon la mejor historia entre los cuatro para ponerla en práctica en cuanto dieran el ‘gran asalto al poder’ (pero eso es otra historia).
Con mordidas, promesas, dádivas varias, uniéndose a enemigos de la nación fuera de la frontera y dentro, que ‘haberlos haylos’ y muy variados, jurando amores eternos a diestro y siniestro para poder ejecutar sus venganzas que por ‘amor’ declarado llevaban a cabo.
Aguantaron siete años con multitud de viajes a repúblicas paradisiacas donde pudieron consumir su producto estrella: la carne de buena calidad, pero no de vaca precisamente.
Llegaban a esos lugares cargados y regresaban vacíos, hasta que una noche loca, con mil ‘tapaderas’ les dejaron en un aeropuerto en el corazón de su país, Madrid, un magnífico regalo para los cuatro magníficos jinetes.
Fue en pago a todas esas promesas de aceptación a un régimen impuesto, no ganado en las urnas, dejando al auténtico ganador en la cuneta de la gran esperanza de muchísimos ciudadanos de ese país.
Con fotografías veraces del hecho, los cuatro amigos reforzaron la promesa que se hicieron: negar absolutamente todo lo que les implicase en sus múltiples hazañas, siempre ante cualquier tipo de acusación veraz y así lo hicieron.
Les salió bien hasta que entre ellos al ser descubiertos se acusaron, se pelearon se odiaron y ‘largaron fiesta’ sin parar los unos contra los otros.
Muchos de los que les dieron la mano tenían cosas que ocultar
creyendo que saldrían impunes, pero el barrefondos potente de la noble y fiel justicia los puso en su sitio, a pesar de todos esos borrones en los dosier que algunos se dedicaron a poner negro sobre blanco para así hacer ilegible lo claramente palpable que la sociedad estaba viviendo.
Todos, o la mayoría de los ciudadanos , desean que la justicia demuestre que cumplen a rejatabla la legalidad, sea contra quienes sea, aunque la mordida hubiera sido cobrada.
Esos jueces que se deben a su juramento, deben demostrar por encima de todo su verdad, su honor y su dignidad. Tuvieron padres, muchos lo serán. No parece que piensen mucho en la herencia moral que dejarán a las siguientes generaciones.
interesante narración aplicable a los de la banda del Peugeot
Bonita y sugerente historia.