El cuerpo humano necesita proteínas para funciones esenciales como el crecimiento, la reparación y el mantenimiento de tejidos como músculos, huesos y piel. Ante el auge de productos enriquecidos con proteínas —desde batidos y barras hasta panqueques y palomitas— muchas personas consideran aumentar su consumo, aunque los expertos advierten de que esto no siempre es necesario.
Según los nutricionistas, la mayoría de las personas que llevan una dieta balanceada ya consumen suficiente proteína. Federica Amati, del Imperial College de Londres, señala que aunque añadir proteínas a los alimentos puede parecer positivo, esta práctica no siempre se basa en fundamentos científicos sólidos, y su beneficio depende de las necesidades individuales, especialmente en niños y adultos mayores, recoge El Diario de Chihuahua.
Las proteínas son macronutrientes fundamentales formados por aminoácidos. El cuerpo puede producir muchos de estos aminoácidos por sí mismo, pero no todos, por lo que algunos deben obtenerse a través de la alimentación. La Organización Mundial de la Salud recomienda consumir unos 0,8 gramos de proteína por kilo de peso corporal, lo que equivale a unos 60 gramos diarios para hombres y 50 gramos para mujeres, según el peso promedio.
En los países desarrollados, la mayoría de los adultos consume más proteína de la necesaria, mientras que la deficiencia proteica se ve principalmente en contextos de desnutrición. Aun así, es importante asegurarse de que la proteína provenga de diversas fuentes como pescado, legumbres, lácteos, frutos secos, vegetales y carnes. Las dietas vegetarianas y veganas pueden tener una ingesta algo menor, pero generalmente siguen siendo suficientes.
Distribuir el consumo de proteínas a lo largo del día es una estrategia recomendada por los expertos. Ingerir proteína en cada comida puede ayudar a preservar la masa muscular y mejorar su utilización por el cuerpo, en lugar de concentrar todo el consumo en una sola ingesta.
En resumen, aunque la proteína es vital para la salud, no es necesario obsesionarse con su consumo si se sigue una dieta equilibrada. Elegir buenas fuentes y distribuirlas adecuadamente en el día suele ser más importante que añadir suplementos o productos enriquecidos sin una necesidad real.