Del antiguo Templo de Jerusalén algunos muros quedan. Frente a ellos, rezan los judíos de hoy solicitando paz a Yavéh, entre llantos irremediables, sin que nadie se atreva a echar abajo la otra muralla de los fanatismos religiosos.
He conocido a personas que guardan como una reliquia algunas piedrecillas del derruido muro de Berlín que fue, durante muchos años, piedra de dolor y desencuentro entre la mayoría de alemanes que no deseaban la terrible distancia: Por más que la promulguen, los comunistas nunca reconocerán la libertad de nadie. Todo ha de hacerse impuesto y a la fuerza.
A la mujer adúltera del evangelio la persiguieron a pedradas los mismos que hubieron de alejarse por pecadores.
… Nuestro Presidente de Gobierno ha hecho suya la frase de Anise Koltz: “Con las piedras lanzadas contra mí, he construido los muros de mi casa”. Terminará solo e irredento, como ese grupito de catalanes y vascos que intentan levantar sus murallas con las piedras robadas a los mismos de los que pretenden separarse.