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La verdadera ‘marca España’

Alcaraz, en el partido de semifinales en el que acabo lesionado./EP

Por el resultado, el final del partido no fue el que todos esperábamos. Hablo, claro, del encuentro entre Alcaraz y el serbio Novak Djokovic por un puesto en la final de Roland Garros. El joven tenista español se lesionó cuando mejor jugaba tras empatar a un set con el serbio.

Pudo retirarse pero siguió jugando con un pundonor enorme y acabó el partido como pudo, pero acabó con la elegancia de los grandes.

Durante ese último y agónico set al español lo animaban y lo aplaudían las más de 15.000 personas que abarrotaban la pista central parisina del Stade Roland Garros, y cuando salía de ella camino de los vestuarios el público vitoreaba su nombre. El murciano se llevaba el cariño y el respeto del público y eso vale tanto como pasar de ronda. Quizás más, mucho más.

A los españoles en política internacional no se nos respeta demasiado, para que engañarnos. Pintamos poco y hasta en los países de nuestro entorno, como Reino Unido o Francia, al turista español lo ignoran aunque seamos más los que visitamos esos países que los de cualquier otra nacionalidad.

En Francia, Alemania o Reino Unido, en el metro informan hasta en latín; en los restaurantes los menús se escriben incluso en chino, la publicidad en los comercios puede ser coreana, y en los hoteles los recepcionistas te traducen del arameo, pero en español nada de ‘na’. No me lo han contado, lo he vivido.

Fuera de Europa tampoco la cosa va mucho mejor. Incluso en los países latinos ahora se ha puesto de moda el ‘tiro al español’, en un sentido metafórico, por supuesto. Se trata de empañar el papel de la civilización española en América, norte y sur, con acusaciones que no se atreven a lanzar contra los ingleses, por ejemplo, que ellos sí que sabían de esclavos y barbaridades con los nativos.

En la historia reciente, la única vez que España ha estado entre un grupo reducido de mandatarios con algo importante que decidir fue en la Casa Blanca, en 2003, cuando el presidente José María Aznar puso sus pies en una mesilla, antes de decidir que íbamos de comparsa a ‘la madre de todas las batallas’ contra Irak.

Fue la única vez y mejor que no hubiese estado nunca porque esa foto con Bush y Blair pasará a la historia de la vergüenza de una guerra que jamás debió empezar porque se justificó con mentiras, como la existencia de armas de destrucción masiva que nunca hubo.

Pues eso, que salvo este traspiés siempre hemos estado fuera de los selectos foros en las que se hablaba o se decidían cosas importantes. Y seguimos fuera.

Hemos intentado tanto y de tantas formas proyectar la imagen de España sin conseguirlo del todo, que no nos hemos dado cuenta de que nuestra verdadera marca, nuestro poder, nuestro peso en el mundo ha sido nuestra gente.

La que brilla en los fogones, la que cautiva en la literatura y las artes, la que sorprende en la ciencia y la tecnología, la que enamora en el deporte… Es nuestro clima, nuestras costumbres, tradiciones o el inmenso patrimonio construido sobre los siglos lo que dan vida a la marca España de un país de privilegio que con frecuencia han valorado mucho más desde fuera que desde dentro.

Sí, nuestra cultura milenaria y también el deporte y los que en diferentes disciplinas son y han sido los mejores. Ellos han hecho más por la marca España que ninguna otra campaña política o que ningún otro líder, que tampoco no han sobrado.

Acabé acercándome a algunos deportes porque había españoles que ganaban, despertaban ilusión y ofrecían un espectáculo descomunal. Es verdad que primero hubo un sentimiento patriótico de ver que alguien de Madrid, de Murcia, Barcelona, Mallorca o Fuentealbilla, al final de la carrera o del partido, se subía al cajón de la gloria y escuchaba emocionado el himno español. Después, además disfrutaba con ellos porque eran magos en la canasta, en el césped, sobre una bicicleta, en un campo de golf, en la pista de tenis o en un circuito de Fórmula 1.

Ellos, esos nombres que todos tenemos en la cabeza desde los tiempos de Seve Ballesteros o Indurain hasta los Gasol, Alonso, Iniesta, Casillas o Nadal han sido los mejores embajadores de este país y se han ganado el cariño del público en todo el mundo.

Gracias a ellos se ha respetado a este país y se ha sembrado la marca España. En el partido de ayer Alcaraz fue marca España, porque encandila por su juego, pero también porque sabe perder cuando la fortuna se tuerce. Y todos caen rendidos a los pies de quien se mueve con la humildad de quienes son verdaderamente únicos e irrepetibles.

Tenemos un país maravilloso aunque muchos se empeñen en despiezarlo dentro y destrozarlo fuera gracias a políticos que no están a la altura, pero por encima de ellos está el legado de una historia milenaria con nombres prodigiosos en la cultura o en la ciencia y sí, también en el deporte. Ellos son la marca España y podemos sentirnos orgullosos y más cuando en un estadio extranjero se grita el nombre de un joven español que se ha ganado el respeto de todos. Yo lo estoy.

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