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La utilidad de las cosas inútiles

Antonio Machado, retratado por Joaquín Sorolla (1918).| Fuente: Wikipedia

Estamos tan acostumbrados al provecho aparente de las cosas que, en sus planes de estudio, nuestros hijos suelen preguntar con un libro de filosofía en la mano: “¿Y esto para qué sirve? ¿Para qué sirven los árboles que no dan fruto o las cajas vacías o los seres humanos que sólo manejan ya recuerdos o una corona de flores sobre las tumbas olvidadas?

¿Para qué sirven las moscas?

Sin la filosofía, enloquecerá cualquier pensamiento por no encontrar destino. Los árboles ofrecen sus mejores frutos con el silencio de las sombras. Los seres humanos que sostiene arrugas y memorias son el mejor espejo de la humildad y del regalo. Las cajas vacías, igual que algunas almas, esperan el tacto de una mano llena. Y la corona de flores sobre las tumbas es el único aroma que puede ser devuelto.

Sin las moscas, don Antonio Machado no se hubiese detenido en el posado relámpago de lo visible: “Vosotras, las familiares, /inevitables golosas,/ vosotras, moscas vulgares,/ me evocáis todas las cosas./ ¡Oh, viejas moscas voraces/ como abejas en abril, viejas moscas pertinaces/ sobre mi calva infantil!”.

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