Lejos de mí enfrentarme con alguien si puedo evitarlo, que casi siempre puedo, y menos por una cuestión ideológica, que vaya usted a saber si no es mejor que la mía, pero confieso que estoy deseando ir a Madrid para visitar la taberna del que fuera vicepresidente de Gobierno, de soltero podemita, y beber con él una cervecita, si es que se dignara acompañarme porque yo, aunque no lo diga, soy facha y, en un local comunista como el suyo, explícitamente los fachas están prohibidos.
Me han dicho amigos que por curiosidad y elegancia izquierdista fueron allí a tomar unas cañas, que da gusto verse en un ambiente de guerras pasadas donde la bandera republicana luce el cuaresmal morado y un poster de Marisol, con quien tanto he soñado, se deja cubrir con una frase que, de haberlo sabido antes, hubiera organizado mi vida desde ella: “Por el comunismo merece la pena luchar y morir”. A ellos, desde luego les ha ido estupendamente sin tener necesidad de llegar a esos extremos.
Nos seduce que el enamoradizo tabernero sea también profesor a media jornada y pueda convertir tan relajante sitio en aula de intelectuales cantando “Ahora es hora, segadores. / Ahora es hora de estar alertas”… ¡Si dejaran cantar el Cara al sol!
pedrouve