La señora muerte

25 de septiembre de 2025
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De nada sirve forjarse ilusiones, vida por venir, plenitud de existencia en un futuro inmediato. Nada. Cuando la señora muerte llega, nos arrebata todo en un instante, incluyendo el sueño, la memoria y también nuestros pasos

Los humanos tenemos una costumbre la cual jamás se nos quita y jamás se nos va a quitar: envejecer… morir. Y lo peor, ya no hace falta envejecer para morir. No, ahora se mueren los jóvenes muy jóvenes. O se matan entre ellos, o los matan en el crimen organizado, o se suicidan. O mueren alcoholizados, o mueren en accidentes de motonetos, o mueren drogados. En fin, decenas de formas de morir de la juventud perdida.

Hay un bello y perturbador poema de José Emilio Pacheco. Bueno, todos sus poemas y textos lo son. Se llama “La Señora V.”; es un buen texto el cual se cumple como metáfora poderosa de la muerte, de la vida, de la vejez y de la inmediatez, y soplo efímero de esto llamado existencia. Al inicio de su poema escribe: “De nada sirve hablar de serenidad,/ forjarse ilusiones/ de trascendencia o de supervivencia…”. Dicho personaje, la Señora V, nos cuenta versos adelante…

“Se hizo presente en un instante.

Viene a llevarse todo lo que fui.

Me nubla la vista,

me borra la memoria,

me quita el sueño,

me hace más torpe

y dificulta mis pasos”.

¡Caramba! A otro público con semejantes versos emparentados con la filosofía. De nada sirve forjarse ilusiones, vida por venir, plenitud de existencia en un futuro inmediato. Nada. Cuando la señora muerte llega, nos arrebata todo en un instante, incluyendo el sueño, la memoria y también nuestros pasos.

Envejezco. Más temprano a tarde. Lo repito: tengo 60 años ya muy raspados sobre este planeta Tierra. Soy franco, aunque estoy harto cansado de mi esqueleto y partes de mi cuerpo, enjuto de carnes como siempre, mi mente funciona impecablemente y, según yo, cada vez mejor. Pero en honor a la verdad, mi carcamal ya no da para más. Mis ojos menos.

Por estos días de Dios en los cielos y del infierno aquí en la tierra llamada México, la mitad de mis huesos me duelen y amanezco más adolorido todos los días. ¿Es algo muscular, mala posición al dormir, mis almohadas ya viejas como yo? No lo sé y no he querido ir con mi médico, doctor y chamán de cabecera, don Carlos Ramos del Bosque. Sencillamente todos los días al amanecer digo: hoy se me quita, son achaques de vejez. Sólo eso. Pero nada. Malditos dolores no se van.

*Por su interés reproducimos este artículo de Jesús R. Cedillo publicado en La Vanguardia de México.

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