La región del Cáucaso sur debe mirar al futuro respetando los principios del derecho internacional y la integridad territorial

17 de agosto de 2023
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Puesto fronterizo de la región de Nagorno Karabaj, reconocida internacionalmente como parte de Azerbaiyán. | Fuente: PanEuropa España

Carlos Uriarte Sánchez

Cuando se produjo la desintegración de la Unión Soviética, la región de Nagorno Karabaj, aunque con población mayoritaria armenia, formaba parte del territorio de Azerbaiyán, pero pronto mostraron sus deseos separatistas, que fueron apoyados y alentados por Armenia. En el año 1994, en la primera guerra de Nagorno Karabaj, ganada por Armenia contra Azerbaiyán, comenzó un control ilegítimo e ilegal de dicha región por parte de Armenia, que llevó al éxodo forzoso de aproximadamente un millón de ciudadanos azerbaiyanos. Azerbaiyán, después de ganar la llamada segunda guerra de Alto Karabaj en el otoño de 2020, de haber liberado la importante ciudad de Shusha, ofreció la paz a Armenia una vez recuperado gran parte del territorio ilegítimamente perdido, aproximadamente el 20% de su territorio, en la primera guerra. Dicha paz se basa en el respeto a los principios del derecho internacional, a saber, el respeto a la integridad territorial, la soberanía y la inviolabilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente. Ésta es la situación en la que nos encontramos en la actualidad.

Por tanto, después de dos guerras que han producido dolor y muerte en ambos países, cualquier tipo de solución de paz para la región debe de ser llevada a cabo para que realmente sea sostenible dentro del respeto al derecho internacional, que incluye también el humanitario.

En 2020, se acordó por parte de Armenia y Azerbaiyán un acuerdo de alto el fuego, donde Armenia reconocía la integridad territorial de Azerbaiyán en los territorios liberados por parte de Azerbaiyán. Dicho acuerdo se llevó a cabo bajo la mediación de Rusia, que se comprometió mediante tropas de interposición para el mantenimiento de la paz de garantizar, por ejemplo, la conexión entre el Nagorno Karabaj todavía bajo el control armenio y la República de Armenia. Desde la guerra de Ucrania, Rusia parece que ha concentrado sus prioridades geopolíticas en dicho lugar estando ausente de sus compromisos como garante del acuerdo de alto el fuego. Este vacío de presencia rusa en la región ha propiciado que otros actores como los Estados Unidos y la Unión Europea se hayan involucrado en el proceso de paz.

El proceso de paz en el que se ha involucrado mucho la Unión Europea como actor que mantiene excelentes relaciones de cooperación con ambos Estados, Armenia y Azerbaiyán, aboga como no podría ser de otra manera por el respeto al derecho internacional. En este sentido, las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas 822, 853, 874 y 884 son claras respecto a la soberanía e integridad territorial de Azerbaiyán sobre el territorio ya liberado por Azerbaiyán. Situación que debe de aceptar Armenia, que no debe de interferir en dichos territorios sobre la minoría étnica armenia que vive en territorio azerbaiyano. Todas las guerras son tristes para todas las partes, pero Armenia debe de recuperarse del trauma de la derrota y mirar al futuro evitando cualquier sentimiento de revertir la situación en un futuro o de crear ante sus ciudadanos falsas expectativas, especialmente ante aquellos ciudadanos azerbaiyanos de etnia armenia. Azerbaiyán parece que está preparado para la paz. Armenia debe de sufrir esa superación del llamado síndrome de la derrota para poder estar en condiciones de poder firmar la paz. Azerbaiyán, por su parte, debe de hacer una gestión responsable de su victoria integrando a la minoría étnica armenia que son ciudadanos azerbaiyanos.

Que ambas partes apoyen una paz y estabilidad sostenibles en la región, que incluya una firma del acuerdo de paz, la delimitación de fronteras y la apertura de comunicaciones regionales, sin duda alguna, es el mejor camino para poner fin al conflicto que tanto sufrimiento está causando. Por tanto, argumentar por parte de Armenia el cierre del corredor de “Lachín” por parte de Azerbaiyán o una supuesta crisis humanitaria en la región de Karabaj, cuando existen vías alternativas como la de Aghdam-Jakendi y Fizulí-Shusha-Khankendí para el transporte de ayuda realmente humanitaria, parece que no lleva a la búsqueda de una solución realista y duradera que conduzca a la paz. El 6 de julio, la Corte Internacional de Justicia desestimó por unanimidad la queja de Armenia, donde se sostenía la ilegalidad del establecimiento del puesto de control fronterizo. Este “check point” fronterizo lo que pretende es actuar de manera preventiva y evitar cualquier posible uso indebido de la carretera Lachín-Jakendi con fines ilegales (posible contrabando, suministro de armas, rotación de personal militar y tráfico ilegal de minerales extraídos de territorio azerbaiyano). Dicho control fronterizo fue establecido el 23 de abril de acuerdo con el derecho y la práctica internacional como ha venido a confirmar la Corte Internacional de Justicia.

Una normalización de las relaciones y la firma de un acuerdo de paz por ambos países deben ser vistos en clave de oportunidad para el desarrollo de las relaciones bilaterales entre ambas partes, que siendo vecinos están obligados a entenderse, y que provocará sin lugar a duda gran prosperidad en toda la región del Cáucaso sur.

Así pues, es importante trabajar intensamente por la normalización mirando al futuro, sin excusas o campañas que distraigan del fin último a alcanzar, que es la paz. Fundamental para ello, es permitir el trabajo humanitario del Comité Internacional de la Cruz Roja, que lleva a cabo su misión con gran profesionalidad e independencia. Hacer denuncias por parte de Armenia de supuesto bloqueo ilegal o supuesto desastre humanitario provoca también un descrédito injustificado hacia el buen trabajo que lleva a cabo dicho organismo. El victimismo sólo conduce a la melancolía y al pesimismo. También es preciso recordar que no hay verdadera paz sin justicia, por tanto, desde estas líneas nos alegramos de que personas como Vagif Cherkezovich Khachatryan, cuyo paradero era desconocido para la investigación de los crímenes cometidos contra civiles en la aldea de Meshalí, y para el que el 12 de noviembre de 2013, fue emitida una orden de búsqueda y captura internacional, haya sido detenido en el puesto fronterizo de Lachín y pueda ser llevado ante la justicia para responder ante sus supuestos crímenes de lesa humanidad. Estamos seguros de que se respetarán todos sus derechos. Todo esto demuestra por qué son importantes también los controles en el puesto fronterizo de Lachín y por qué es normal que Azerbaiyán quiera garantizar su seguridad, así como llevar ante la justicia a todos aquellos acusados de haber perpetrado crímenes contra su población civil y contra los cuales están abiertos casos penales y fueron dictadas órdenes internacionales.

Además, a través de ese puesto fronterizo más de 700 ciudadanos de etnia armenia en colaboración con el Comité Internacional de la Cruz Roja han cruzado el territorio armenio para recibir asistencia médica. Desde el 14 de julio, el CICR ha reanudado las evacuaciones médicas. Desde dicha fecha, más de 100 armenios étnicos han pasado por el puesto de control. Por otro lado, debemos de advertir que hay que ser precavido ante las incorrectas utilizaciones que se hacen del derecho humanitario y las campañas que en ocasiones se llevan a cabo de desinformación aludiendo precisamente supuestas necesidades humanitarias. Así, por ejemplo, debemos recordar que el 12 de agosto de 2014, se produjo el paso de la primera columna rusa del entonces llamado “convoy humanitario” a las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk.

En resumen, deben de apoyarse todos aquellos esfuerzos que conduzcan al proceso de normalización entre ambas partes y evitar todo aquello que pueda interrumpirlo o pueda poner en peligro el frágil proceso de paz en la región, que en todo momento debe de observar el estricto cumplimiento del derecho internacional, respetando la integridad territorial y la soberanía de los Estados. Todo enfoque de la seguridad fronteriza, los viajes a través de la frontera internacional, así como el ingreso de mercancías al territorio del país con fines humanitarios debe de basarse en el marco legal internacional y corresponde plenamente a él. En este sentido, la aproximación que está llevando a cabo Azerbaiyán está siendo la correcta. Por tanto, menos pataletas y más Estado de derecho. Más realismo y menos “síndrome de la derrota”. Es el momento de mirar a un futuro en paz de cooperación, desarrollo y prosperidad regional.

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