Hoy: 23 de noviembre de 2024
Las gestiones de la ministra de Defensa, antigua magistrada de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, y el magistrado conservador y vocal José Antonio Montero, lograron los dos votos (Sumar) para acabar con Pilar Teso -la “candidata de Bolaños”, según la derecha- y encumbrar a una magistrada que no cumplía el requisito mínimo: ser candidata.
Todos exhiben su victoria con la elección de la magistrada de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, Isabel Perelló. Desde Pedro Sánchez, Félix Bolaños y Yolanda Díaz, hasta la asociación progresista Juezas y jueces para la democracia, con la cual, pese a ser afiliada, Perelló no ha mantenido contacto alguno sobre su candidatura. También PSOE. Y el Partido Popular porque Perelló no comulga con la ley de amnistía. Pero, detrás de esta fachada, los 10 vocales conservadores consiguieron meter un gol por toda la escuadra al pacto político que suscribieron el ministro de Justicia Félix Bolaños y Esteban González Pons por el PP en Bruselas el 25 de junio pasado. Ese pacto, no escrito, era que el Gobierno -como había ocurrido con Mariano Rajoy en 2013- propondría una terna de candidatos, a decidir por los vocales progresistas, y los vocales conservadores escogían el que les parecíera adecuado.
Si Rajoy propuso en noviembre de 2013 dos nombres -Carlos Lesmes y Manuel Marchena- el PSOE, a través de los vocales progresistas, apoyó a Lesmes, aunque cuatro de ellos votaron espontáneamente por Pilar Teso.
Pero esta conducta -ya una tradición democrática- no se ha practicado nunca con Pedro Sánchez en La Moncloa, desde junio de 2018. La mayoría legislativa y gubernamental no tuvo su reflejo en una mayoría de vocales ni mucho menos en la presidencia del Supremo y CGPJ . A Sánchez: bloqueo.
Lo primero que hicieron los vocales conservadores nada más asumir es explicar a los progresistas que todo lo que hubieran pactado el Gobierno y el PP no les comprometía a nada.
La candidatura de Pilar Teso, que Bolaños ofreció a Teodoro García Egea primero y a González Pons después, buscaba su respaldo a una candidata neutral, para que no fuese rechazada, en lugar de proponer, por ejemplo, a una magistrada como Ana Ferrer, claramente progresista de toda la vida.
El sector conservador no respetó el “pacto de la terna oficial” y le dio la vuelta: encontró “su candidato progresista” en el magistrado Pablo Lucas, a quien ya había intentado llevar al Tribunal Constitucional a finales de 2022. No caló. Y entonces, a medida que se acercaba la fecha del 5 de septiembre -acto de apertura del año judicial presidido por el rey-, José Antonio Montero no tuvo que rebuscar mucho. Su compañera de la Sección Tercera, Isabel Perelló Domènech- pertenecía formalmente a la asociación de Juezas y jueces para la Democracia. Aunque se había distanciado considerablemente de sus colegas, el carné podía ser una baza de la cual obtener rentabilidad.
Se da la circunstancia de que ambos, Montero y Perelló, llegaron juntos a la Sala Tercera del Tribunal Supremo. ¿Y quién les nombró? Pues el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), claro. Sí, pero quién gestionó esos nombramientos. En aquellos días Margarita Robles era vocal y mantenía excelentes relaciones personales y profesionales con su colega conservador, Manuel Almenar.
Fue ese Consejo de Margarita y de Manuel el que hizo los nombramientos de Montero y de Perelló. En ese consejo otro vocal conservador actual, Alejandro Abascal, actuaba como letrado. Más tarde, la entonces magistrada Margarita Robles fue compañera de ambos, Perelló y Montero cuando fue nombrada para la Sala Tercera del Tribunal Supremo. Y, por supuesto, había consolidado una excelente relación con Abascal.
Y mira por dónde en ese círculo de la Sala Tercera no cabía la magistrada Pilar Teso, una mujer con gran prestigio profesional, reacia a los compromisos.
Mientras Bolaños se había quedado con el nombre de Teso y se lo transmitió a los vocales progresistas, Robles, discretamente, comenzó a interesarse por el desenlace –“nada de la política judicial me es ajeno”–.
Entre ella y Monteroy Abascal tejieron la salida al “bloqueo” que provocó el nombre de Teso.
Montero y el vocal del sector progresista (por Sumar, el magistrado Carlos Preciado, coincidieron en el nombre de Perelló ya inmediatamente después de ser nombrados. Uno dice que le ocurrió al otro, respectivamente, pero Montero, según las fuentes consultadas, se lleva la autoría intelectual.
Preciado habló con Perelló y llegó a proponerla en una reunión interna de todos los vocales tras tomar posesión.
Pero comparando los currículos de Teso y Perelló se decidió apoyar a Teso (que había sido tema de negociación Bolaños-PP). Pero se le dio a Preciado la opción de proponer a un tercer candidato. Y propuso finalmente no a Perelló como había sugerido inicialmente sino a Ángeles Huet. La terna de los progresistas iba a ser Teso-Ferrer, pero en atención a Preciado, se unió el nombre de Huet.
Robles y Montero hicieron gestiones con Preciado, quien sostuvo dentro de su grupo, la semana pasada, que viendo el bloqueo él no iba a aceptar que se llegara al 5 de septiembre sin presidenta (sostenía que debía ser una mujer después de proponer muy al comienzo al magistrado Fernando Salinas).
El apoyo de Margarita Robles, por un lado, y el de Montero por el otro, llevó a Preciado a presionar por una salida: la presidencia de Perelló.
El día señalado debía ser el jueves 29 o el viernes 30. El magistrado Alejandro Abascal, convertido en portavoz del grupo conservador, trasmitió al vocal José María Fernández Seijo, portavoz del sector progresista, que se planteara el acuerdo para nombrar a Perelló con rapidez para cumplir todos los trámites son agobio: publicar el nombramiento en el BOE, jurar o prometer en Zarzuela (eso debió haber ocurrido en el Palacio de la Almudaina el 30 de julio, cuando el rey sufrió el primer plantón ya que no hubo ‘fumata’ blanca), acudir a un Pleno del Tribunal Supremo y el 5 de septiembre representar a la primera autoridad judicial (es decir el Supremo y CGPJ), todo ello antes del acto de apertura del año judicial presidido por Felipe VI, convocado para el jueves 5 de septiembre.
Montero supo antes que nadie que Carlos Preciado e Inés Herreros, la otra vocal a propuesta de Sumar, estaban dispuestos a descolgarse del grupo progresista. ¡Eureka! Margarita y Montero lo habían conseguido: los 12 votos o 3/5 para nombrar a Perelló. El grupo progresista estaba quebrado.
Los progresistas rechazaron la propuesta, pero ya estaban agrietados. Solo era cuestión de tiempo. Y el acto con el rey provocaba vértigo. Los progresistas arguyeron: es que Perelló no está en lista que la “ley orgánica Lesmes” (2013) exige. Esa lista de 7 candidatos estaba plenamente vigente después de ser aprobada en un Pleno de agosto.
Y por tanto incorporar a Perelló y votar por ella podía dar lugar a recursos.
Montero redactó un informe según el cual no habría problemas. El Consejo, sostuvo en el documento, es soberano. Y un bloqueo de tal magnitud como el que se sufre (debía decir el que hemos provocado nosotros los conservadores) permite cambiar las reglas de juego.
Preciado, a partir de sus contactos, cogió vuelo y exigió ingresar en la comisión negociadora, donde no estaba presente. Habló con Bolaños para conseguirlo.
Y allí en una reunión de la comisión planteó que su línea roja era sacar adelante el nombramiento de una presidenta que fuese del Supremo. Todos sabían que se refería a Perelló. Y comunicó a Montero una vez más que el votaría por Perelló la mañana del lunes 2 de septiembre, el día en el que estaba convocado el Pleno (voto que compartía también Inés Herreros quien había anticipado a los vocales de su grupo tener pocos conocimientos de los entresijos de la Sala Tercera del Supremo al tiempo que no era de recibo, dijo, llegar al jueves 5 de septiembre sin decisión).
Por tanto, había que hacer el paripé de “abrir” la lista de candidatos para dar “entrada a otros” que propusieran aquellos -se dijo- que “no habían podido hacerlo”. En román paladino: meter a Perelló en una lista imaginaria. Fue hacerle el traje a medida.
Faltaba por resolver un detalle final para que la operación fuese perfecta: ¿quién haría la propuesta en el Pleno?
Abascal y Montero sugirieron al sector progresista:
-Y por qué no ponéis vosotros en vuestra terna con Ana Ferrer a Isabel Perelló, ya que es vuestra, de Juezas y jueces para la Democracia.
La respuesta fue tajante: no es nuestra propuesta.
Es decir: una vez más se incumplía la tradición de que la mayoría legislativa y gubernamental proponía una terna (como en los gobiernos progresistas y conservadores anteriores) el grupo conservador escogía.
Cuando un magistrado muy relevante de este país conoció la decisión de nombrar a Isabel Perelló dijo a este diario:
-Yo me exilio.