Hoy: 22 de noviembre de 2024
Isabel Wu Fan, estudiante china residente en España
La estremecedora masacre japonesa de Nankín (China), 300.000 muertos, cadáveres apilados en montones de hasta seis metros de altura, ocurrió en 1937. Es una de las masacres más impresionante de la humanidad. Los japoneses mataron a todo ser humano que hallaban, violaron, incendiaron casas, enterraron vivas a personas. Sin ninguna razón. Los japoneses no quieren reconocer lo que hicieron. Un crimen contra la humanidad. Un alemán, representante en China de la empresa Siemens, John Rabe, del partido nazi, vio de cerca aquella monstruosidad. Creo un área de seguridad para intentar salvar a personas que huían del terror nipón. “Si les matáis a ellos, matadme primero a mí”. Vio de todo: violaciones masivas de niñas y madres, entierros de personas vivas… Hay una película sobre Rabe muy interesante, tráiler, y un libro, El diario de Rabe, donde relata aquellos momentos.
El pasado 31 de mayo, en Canadá, un chico de nacionalidad china, durante el acto de graduación de la Universidad de Dalhousie, sacó una bandera del color rojo para pedir una disculpa oficial del Gobierno japonés.
Todos los años en China, el día 13 de diciembre, se conmemora a las víctimas de la masacre de Nankín. Se guarda un minuto de silencio en las calles, en los colegios, institutos. Ya casi no quedan supervivientes de aquel horror. Un señor llamado Hengyu Wang falleció el 22 de abril, con cien años. Con la ayuda de su nieta creó en 2011, con 90 años, reveló en Weibo (es como Instagram, pero en China) la historia del abuelo Wang Hengyu. En ella cuenta la paliza que recibió su padre en aquellos días. Se le hinchó todo el cuerpo.
El abuelo Wang Hengyu sobrevivió a la tragedia y entró en el Ejército en 1945. Participó en la batalla de Huaihai y en la liberación de Shanghai. Iris Zhang, también llamada Zhang Churu (张纯如), escritora y periodista, es conocida por su libro La violación de Nankín. Iris Zhang nació en Nueva Jersey y creció en Champaign. Es una recopilación de cosas que le contó su madre sobre las vivencias de sus padres en Nankín.
Tras graduarse en la universidad, viajó a Hong Kong en avión y desde allí, en tren a Nankín, donde entrevistó a supervivientes. Tantas cosas le contaron que cayó en una depresión: se le caía el pelo y cuando escribía sobre aquel horror le temblaban las manos. Aun así, nadie, ni sus padres, pudieron evitar que siguiera escribiendo.
Tras publicar el libro recibió amenazas. Pero ella no se rindió y comenzó a firmar libros y contar lo sucedido a quien quiso oírla. En el año 2004, dentro de su coche, con tan solo 36 años, no puedo aguantar el sufrimiento y decidió suicidarse de un disparo en la cabeza.