Qué tiempos aciagos estamos viviendo, todo por culpa de quienes nos representan, que teniendo que cumplir con ese juramento que hicieron al tomar posesión de sus cargos, se empeñan en hacernos la vida mas difícil que antes y nos hacen sentirnos desamparados, incluso atacados, al mentirnos siempre que pedimos respuestas. La verdad no está instalada en sus conciencias.
Muchos españoles nos sentimos extranjeros en nuestro propio país, pues quienes lo debían ensalzar, han elegido desprestigiarlo cada día más, siendo el lugar donde viven y donde están gozando de una suculenta economía…
Además, empleando nuestro dinero, ese que pagamos con nuestros impuestos, se han empecinado en seguir con sus ideas de crear un nuevo sistema de gobernación, borrando todo lo que hasta ahora nos hacía respetables a los ojos del mundo libre.
El apatrida no siente cercanía hacia ningún lugar y no le inspiramos la menor empatía, por eso actúan sin freno contra todo y contra todos, no se sienten españoles.
Primero nos llegaron las sombras importadas y nos dejaron con las manos atadas para prepararnos a la entronización de la mayor oscuridad, empleando sus malas artes.
Se valen de artimañas, que comparadas con algunas prácticas de la mafia, pues suelen emplear toda clase de coacciones, incluso con chantajes y lo cierto es que no tenemos perdón al haberlos dejado entrar y campar a sus anchas con libre albedrío sobre nuestras economías y vidas, poniéndonos nudos corredizos en nuestras gargantas.
Hoy nuestras vidas están perdiendo esperanza en el futuro, luz en la oscuridad, falta de motivación y la nulidad de ese brillo que exportamos y por el que eramos conocidos en los cuatro puntos cardinales.
Ahora sí somos diferentes, pero no por nuestros triunfos en la economía ni en la creación de empresas, ahora no se crean, se cierran y se alejan de nuestro país al no ser apropiado para animar a las inversiones.
Ya no ofrecemos confianza, ni siquiera conservamos las virtudes de antaño, nos están emponzoñando con consignas y hechos destructivos para las nobles y buenas gentes, y que estos sin conciencia y sin preguntar nos las imponen si o sí.
Ya es hora, por puro malestar cívico y por esa indefensión que nos hace hervir la sangre al no podernos defender, de tomar una decisión y protestar con firmeza, pero sin esa agresividad de la que ellos se valen siempre con destrucción de enseres en la vía pública.
Debemos hacernos oír y salir juntos a las calles, esta es nuestra patria y es lícito hacernos oír para reivindicar todo lo que nos han y siguen obviando, esas que son nuestras razones sin explicación alguna.
Todo gracias a esos comparsas de clac, por cierto muy bien definida esa acción en francés “claqué”, “bofetada”, es el nombre que reciben el grupo de individuos pagados para aplaudir en los espectáculos, estos aplauden a esos políticos corruptos sabiendo que cometen toda clase de injusticias contra la ciudadanía, están muy bien pagados, y por su avaricia son tan culpables como el falso director de ese espectáculo.
Debemos reivindicar por necesidad esa paz perdida, mejor dicho, robada, por esos que mataron sus conciencias por su desaforada pasión y ese enfermizo amor al maldito dinero.
La dignidad, la justicia, la libertad y esa verdad que desapareció es como una historia de piratas, pero en el siglo XXI.
Lo cierto es que muchos continúan ejerciendo de la misma manera que aquellos piratas, pero instalados en el hoy y actúan sin inmutarse, son como los protagonistas de aquella historia de un mal capitán trastocado con una enorme vanidad, egocentrismo y mitómano, que prometió o juró que llevaría la gran nave de la nación a buen puerto.
Se valió de engaños a los suyos, a los nuestros, incluso a los otros a los que les robó las siglas de su partido para así poder entrar en el juego del buen capitán de barco y se presentó ante todos como el salvador de esa patria en la que no creía en absoluto y se adueñó de las conciencias de muchos que le siguieron y ahora lo detestan.
Hoy es un partido con nombre propio, el de su elegido y muy amado gurú, que se cree sus propias mentiras y las convierte en dogmas de esa fe creadas por él mismo.
Él es el amo, y como tal, hace y deshace a su antojo todo lo que es beneficioso para él, su familia, sus afines y algunos de sus siervos, por servirle bien, al convertirlos en sordos, ciegos y mudos por conveniencia, les merece la pena.
Son una corte de hambrientos de dinero que lo ungieron como gurú de una secta servil que le siguen, obedeciendo sin rechistar todas sus consignas.
¡Por favor, no nos olvidemos de VALENCIA! Nos están gobernando todos esos culpables, de un lado y de otro, que contribuyeron para que se produjera esa gran tragedia por intereses partidistas. Ahora tienen muertos en sus desaparecidas conciencias, nosotros las tenemos y los conocemos, no son de fiar, siempre mienten.
No se libran de culpa…¡Ninguno dimite! ¡Sería lo correcto!
Mal capitán, malos tripulantes, mar bravío… La tormenta perfecta.
¡Poneos los salvavidas estas Navidades, pedirlos a Papá Noel!